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Exhorta a padres aprender leguaje de señas

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La realidad en que viven la mayoría de los niños y niñas sordomudos es poco conocida por la sociedad dominicana, debido a que muchos son aislados por sus familias y mantenidos ajenos de todo sistema comunicativo.
 
No obstante, otros desarrollan una comunicación a base de señas que conforman un mundo nuevo y lo conecta a los diferentes grupos sociales.
 
En República Dominicana en muy pocas ocasiones se habla de la realidad  que viven los hogares donde habita un hijo sordomudo, puesto que cuando llega al hogar con esta discapacidad no saben cómo actuar,  porque no están preparados para tales circunstancias.
 
Esta compleja experiencia la ha vivido la señora Altagracia Durán, madre de Karen García Durán,  cuya anomalía observó a la edad de dos años.
 
Al notar la discapacidad decidió llevarla al pediatra, quien la refirió  a la Asociación Dominicano de Rehabilitación, que a su vez  la envió al Instituto Santa Rosa de Ayuda al Sordo,  donde le diagnosticaron  sordera profunda.
 
La señora Durán manifestó que enviar a  su hija a la Escuela Nacional de Sordomudos le ha sido muy difícil, ya que vive en las afueras de la ciudad,  en Manoguayabo: «Nos trasladamos todos los días al kilómetro 9 de la autopista Duarte, donde una guagua de la escuela recoge a los alumnos, pero las paradas no están techadas y los menores se exponen al sol y las lluvias”, explicó.
 
Para ella es importante que su hija acuda a las clases, porque representa el camino para  prepararse y enfrentar la vida con cursos técnicos. Además,  ofrecen a los padres talleres mediante los cuales aprender el lenguaje de las señas, que le  ha ayuda a tener una mejor comunicación.
 
Otra preocupación que inquieta a esta madre es la difícil situación económica  que atraviesa el centro educativo, único lugar donde pueden aprender y desarrollarse los menores con esta dificultad, ya que por esta causa podría verse obligada a cerrar sus puertas.
 
El  costo de los cursos impartidos a los tutores es de RD$1,700, distribuidos en  RD$500 de inscripción y dos mensualidades de RD$600, que es el tiempo que dura el adiestramiento.
 
Durán exhortó a todos los padres que tienen niños con esta condición a que se integren y aprendan el lenguaje de las señas para que así puedan comunicarse mejor con sus hijos.
 
Confesó que su mayor sueño es  que la pequeña Karen sea una persona útil y pueda ofrecer su talento a la sociedad, ya que muchas veces ha sido discriminada e ignorada  por las niñas de su barrio.
 
“Trato siempre de explicarle a la gente que mi niña es normal y que me la traten como tal y no permito que le llamen de otra manera que no sea por su nombre: Karen, enfatizó.
 
Hago un llamado a todos los padres para que se integren más a la escuela y se animen. Que no tengan vergüenza a tomar los talleres para que aprendan a comunicarse con sus hijos y hasta puedan ayudar a otros con iguales alternativas. El lenguaje de las señas es una profesión que está siendo requerida por muchas instituciones para realizar traducciones”, concluyó.
 
Escuela
 
A sus cincuenta años de fundada y a pesar de las dificultades económicas y las limitaciones que posee la Escuela Nacional de Sordomudos, aun continúa con su altruista labor de ayuda e intento de integración de las persona con dificultades auditivas a la sociedad.
 
Esta institución, creada por la Asociación Pro-Educación de los Sordomudos, abrió sus puertas de forma oficial en 1969. La casa de estudios y capacitación brinda asistencia a más de 1,600 estudiantes, distribuidos en 9 provincias del país.
 
La mayor parte de los recursos económico lo reciben  de la Asociación Pro-Educación de los Sordomudos y una subvención de 200,000 de Salud Pública. Mientras que el Ministerio de Educación les otorga RD$ 300,000, mensuales, cifra que prometieron aumentar a RD$500,000, para este año.
 
La sede central, ubicada en la avenida 27 de Febrero, cuenta con 500 alumnos y más de veinte maestros. La falta de recursos les empuja a solicitar a los padres aportes económicos que van desde los 200, 600 y 1000 pesos, dependiendo de sus posibilidades económicas, para cubrir los gastos del transporte y el combustible.

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