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De mi bitácora: De mi lectura en Cannes, Francia 1953

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Conversación de Scaevola y Cicerón

Son las 3:45 de la tarde, estoy sentado en uno de los bloques de hormigón que hay en la parte exterior de la acera del muelle. La acera es un concurrido caminar de personas que vienen a ver los lujosos yates, bellas francesas y el perenne pedaleo en bicicleta lenta de un policía. Leo en tranquilidad bañado de una fresca brisa que baja de los Alpes y un sol no ardiente como el del mar de los tainos.

Pasando páginas en el idioma de Rosseau leo la historia del gran Tribuno Romano Marco Tulio Cicerón y su buen amigo y consejero Scaevola. Este le dice: “Hasta ahora he sobrevivido por no inmiscuirme en la política ni en sus partidos, observo con atención la rápida decadencia del país. ¿Quién podría detenerla? ¿Quién podría restaurar la república y sus virtudes? Nadie. Cuando una nación se vuelve corrompida y cínica y prefiere el gobierno de los hombres al de la ley, va camino de su propia destrucción. Así lo enseña la historia. Hemos entrado en la época de los déspotas, al igual que anteriormente otras naciones. El hombre nunca aprende las lecciones de la historia y sigue el mismo camino hasta la muerte. Eso se debe a que es malo por naturaleza, consideramos los tribunos, los representantes del pueblo. ¿Quién recibe los votos de ese pueblo, el hombre virtuoso o el corrompido que prometo todo? Ni que decir tiene el hombre corrompido, ¡y que importa que el hombre corrompido no cumpla sus promesas! Al pueblo no le importa ni se cuida de recordárselo, le basta con que sea corrompido. La plebe se encuentra más cómoda en un ambiente corrompido que en uno bondadoso. La bondad azora e incomoda  a la gentuza”. Fin de la conversación.

Amable lector los dejo con José Ortega y Gasset cuando escribe: La rebelión de las masas, sentencia: “La civilización no es más que el esfuerzo por reducir el uso de la fuerza al último recurso”.

Consérvense bueno. Una alegría, amor, aceptación, bendición y agradecimiento totales. Estas son las cinco actitudes de Dios. El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana.

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