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Meditabundo: Pensando en voz alta en mis 90 veranos

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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En los momentos de dudas, difíciles, me detengo, más bien en escucha y una voz interior nos aconseja: sostente por la rectitud, por la verdad y yo estaré a tu lado siempre. Esto lo aprendí en la Escuela de Evangelización Juan Pablo II, de donde salí un viejo rejuvenecido. Así es que estoy activo, aferrado a las obligaciones con plena lucidez.

Detuve el pensar, realmente no sé porque y debo obedecer. Se me presenta más allá del horizonte visible de la mar, la lejana luna, tan refulgente afectando los mares, en toda esa armonía, a pesar de nuestra mocedad, veía la mano bienhechora de Dios. Eso contestaba las inquietudes y vivía la alegría presenciando, todo lo bueno de la creación. En estos amores sobre el mar sentía que hay numerosos enigmas para entretenerse en aceptarlo. Cosa o afirmación muy problemática en la vida que están cubiertas de algo incomprensible para la mente humana o muy difícil de entender o interpretar. El mar no puede conocerlas, lo palpaba como un fenómeno inexplicable. Siguen las neuronas viajando en el recuerdo. En Taiwán abril 13-19, 1986 di rienda suelta a la natural curiosidad, como lo había hecho en otras latitudes. Anduve por las librerías buscando un libro para fisgar por costumbre cosas ajenas como cultura, filosofía de esta gente disciplinada, sonriente, organizada y laboriosa. No podía dejar de aprovechar la oportunidad de lo que inventaron la pólvora, el papel, la escritura, las estructuras militares, religiosas y el gran espíritu imperial. Me atrajo fuertemente unas tablillas de bambú lo que me impulsó copiar el escrito: “El hombre cumple la voluntad del cielo cuando se esfuerza a perfeccionarse a sí mismo. Tanto si espera una vida breve como si espera una vida de larga duración, el hombre cumple su destino tanto si su vida es larga como si muere joven. Mencio.

Este pensamiento insistí en practicarlo y he comprendido que buscarse a sí mismo y de sí mismo encontrará lo necesario para ser feliz y conocer a los demás.

Las canas nos llevan al análisis de todo, lo difícil de conocer al ser humano. Claro, al hombre le quedará siempre mucho por saber y descubrir, nuestro Dios le rebelará lo que deba conocer.

El que se aferra a la avaricia desafía la naturaleza y tropieza, tenemos un límite, la medida, lo suficiente. La ceguera espiritual esclaviza en la ansiedad de tener más y más, no comprende la regla de que los humanos estamos limitados y solo Dios concede lo que les es permisible, tener, conocer. Al finar lo deja todo.

He visto uno de los fuertes males de los afanosos buscadores de todo, es que no entienden la existencia de la gran separación entre ser y hacer. La gran mayoría está perdida, nos da buen resultado no creer que hacer es lo primordial, el ser es que crea el hacer. El que no se desarrolla sigue siendo como nació, varón y su vida está truncada, perdida, se quedó en la materia. No es nada, por no saber nada, no hace lo correcto, la medida. Ahí están los que se enganchan como tigres hambrientos a los llamados partidos políticos. Algunos llegan a elevadas posiciones y como no crecieron en lo moral, ausencia de los conocimientos de los hábitos de las buenas costumbres. No hay experiencia su quehacer en todo es buscar dinero, norma violadora a la ley de Dios y la creada por los hombres, la Constitución y leyes. Así devoran, secan el erario. Al no conocerse a sí mismo, actúan como salvajes, sin ley. Lo peor para ellos es que tienen padrino. Ya erigieron y adoran su diosa la impunidad. Lo que los da a conocer como creadores de males sociales.

Hoy viajamos a Rusia donde León Tolstoi: “Vivir en contradicción con la razón propia es el estado moral más intolerable”. Consérvense bueno.

El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana

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