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«Jacob, el amado de Dios» resalta heroínas anónimas

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Aunque las reseñas de libros se escriben con el concepto de lo general y se particulariza en los diferentes capítulos, en el caso de Jacob, el amado de Dios, escrito por el siquiatra Felipe Román, existen entre los XVIII capítulos que integran esta interesante obra, dos temas específicos que provocan la redacción de estas líneas:
 
Si bien el autor profundiza en el capítulo VI el concepto de la heroicidad, y quiénes cumplen verdaderamente este ejercicio, que revela su facultad para servir de paradigma y provocar sentimientos reflexivos, el texto, en esta ocasión, se remite a la figura bíblica de la reina Vasti y cómo de manera extraordinaria, dados los tiempos en que se desarrollan los hechos, esta mujer logra crecer en dignidad y pese a ser destronada, provoca un efecto que dignifica y engrandece a la figura femenina, frente al exaltado machismo y grandilocuencia de un rey enardecido por el poder y los efectos del alcohol.
 
Y lo interesante es que un especialista como Román profundice en aspectos que al cabo de los siglos afectan de manera tan latente a la nación dominicana, donde las víctimas de feminicidios dejaron en 2014 el doloroso saldo de 177 mujeres asesinadas por sus actuales o exparejas, y hasta mayo de 2015, se sumaron otras 39, cifra superior a la de los primeros cinco meses del pasado año.
 
El doctor Román precisa en la página 122, del mencionado capítulo: “La reina Vasti sintió que no sería respetada, por lo que echó a un lado su pasividad y se negó a ir ante la presencia del rey, sin temer las consecuencias que iban desde ser destronada hasta la condena de muerte, su motivación se debió a que ella sabía que su esposo no la mandó a buscar por un acto de admiración, sino por satisfacer su vanidad, exhibiéndola.”
 
La magnitud del problema trasciende en la narrativa y las dimensiones y manifestaciones de la violencia de género se representan aquí en proporciones que hacen pensar, sin que se emplee la técnica malversada del presentismo histórico, en la violación del ejercicio pleno de los derechos humanos de las mujeres.
 
De hecho, el 52% de la población en República Dominicana considera que los principales problemas de las féminas son abuso, acoso, maltrato y violencia, según datos de la encuesta Gallup realizada en 2012. Salvo que, como entonces, sin retrotraer realidades, la heroicidad de algunas mujeres tiene lugar en un escenario donde se enfrenta un mal que prevalece por centurias.
 
Raquel y el “Hijo de mi tristeza”
 
Otro capítulo que vale la pena resaltar en Jacob, el amado de Dios, es el XVI, titulado Muerte Materna, donde el especialista entrelaza la defunción por parto de Raquel, la esposa de Jacob, y la mortalidad materna de República Dominicana, que constituye un mal que no ha podido ser controlado aún por las autoridades de Salud Pública.
 
De acuerdo a registros actuales, la tasa de mortalidad materna en la nación dominicana representa una de las más altas de América Latina, con 106 por cada cien mil nacidos vivos, y de esa cifra, el 18% corresponde a adolescentes entre 15 y 20 años.Cuando el país asumió los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), se comprometió a reducir en un 75% la mortalidad materna para el año 2015.
 
El autor aclara en su libro que las estadísticas por muertes maternas son engrosadas debido a la gran cantidad de parturientas haitianas que usan los hospitales dominicanos gratuitamente; tanto las que viven en territorio dominicano como las que cruzan la frontera cuando ya están a término de su preñez, las cuales no tienen por costumbre acudir a su citas médicas mensuales, lo que complica la labor de parto ante cualquier eventualidad.
 
En este capítulo el doctor hace una dura crítica a los organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y otras ONG, quienes pretenden reducir el alto índice de mortalidad materna con soluciones tan simples como el uso de parteras profesionales certificadas.
 
No obstante al dolor que ocasiona esta realidad, el escritor fusiona la metáfora y el verbo acertado y real, cuando reflexiona: “En esa época los nombres se escogían por su significado y el de Benoni indica la situación física y de gran angustia en la cual se encontraba la moribunda Raquel, debido a que ese nombre escogido por ella significa: Hijo de mi tristeza. Y es fácil comprender que Raquel tenía que sentirse muy triste porque ella sabía que ese hijo que acababa de parir no recibiría todo el amor, ternura, cuidados y protección que ella como madre amorosa podría darle, porque estaba segura, por su condición de moribunda, que ese hijo sería huérfano en muy poco tiempo, debido a que ella no ignoraba la gravedad de la complicación que tenía con ese sangrado masivo…”.
 
Y entonces Felipe Román retoma el sentido de: “Lo triste y doloroso es que de esa misma manera tonta (por faltar la ayuda adecuada) continúan muriendo muchas mujeres en nuestros países pobres”.
 
Continuar transitando por las 360 páginas de Jacob, el amado de Dios significa adentrarnos por un terreno que circunvala lo científico, la ficción y todo ese engranaje místico- real – maravilloso, definido por Alejo Carpentier, como categoría que permite, en este caso, interpretar la realidad con la cualidad de hacer pensar y asombrar con un estilo propio, común y entendible, adecuando los pasajes bíblicos a las situaciones actuales.

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