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Hechos horrorosos cambian hábitos vida dominicanos

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En los últimos meses, en la sociedad dominicana  se han dado  una serie de hechos horrorosos (decapitación, incineración de personas, mutilación, violaciones, secuestros, asesinatos por encargos, entre otros), que han estremecido hasta al menos sensible de los quisqueyanos, acostumbrado a ver similares  prácticas  solo  en los países donde operan temibles cárteles de la droga.
 
El más reciente hecho deleznable fue el rapto y posterior violación y asesinato de una niña de  2 años en la comunidad de Juma Adentro, municipio de la provincia Monseñor Nouel.
 
Los verdugos de la infante Melany Vargas Camacho  segaron su vida de la forma más macabra, en una finca de cacao,  a unos 200 metros de la residencia de sus padres.
 
En otro de los casos, la Policía investiga la muerte de tres hombres, cuyos  cadáveres fueron encontrados con impactos de balas y  uno de ellos calcinado, en Gaspar Hernández, la Vega y Loma de Castañuelas, un hecho considerado parte del crimen organizado.
 
Poco después, los habitantes de La Javilla de Sabana Perdida,  al  despertar,  encentraron cerca de sus humildes casas, a la orilla del río Ozama, Santo Domingo Norte,  algo inusual: el cuerpo sin vida del joven de 15 años, Kelvin Ramírez Almonte, decapitado, por lo cual se acusa a un pescador.
 
A la fecha la Policía  no ha podido determinar si una cabeza encontrada flotando  en el río Ozama es la del  adolescente.
 
Entre los de menos seguridad
 
Esos  acontecimientos estuvieron presididos por una  balacera en la cárcel de Najayo, San Cristóbal, donde  resultaron muertos cuatro reclusos y dos agentes penitenciarios, tras  un intento de fuga del recinto. Ese mismo día, casi a la misma hora, se produjo otra trifulca entre presos de la cárcel La Victoria.
 
Luego  de los sucesos de las cárceles de Najayo y San Cristóbal, 19 personas resultan  quemadas, algunos de gravedad, cuando un individuo incendió una mochila con efectos explosivos  en la estación Mauricio Báez de la Segunda Línea del metro de Santo Domingo.
 
Las autoridades acusan del atentado en el Metro a  Frankely Holguín, un joven de 21 años, quien apenas se había matriculado en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), y se asegura ha intentado suicidarse varias veces desde que fue arrestado por el hecho.
 
República Dominicana ocupa el lugar número siete dentro de los países con menor seguridad ciudadana, según un estudio reciente  que abarca 132 naciones, dado a conocer por el Índice de Progreso Social (IPS), avalado por la organización Social Progress Imperative.
 
Para el cálculo del nivel de seguridad de los ciudadanos en el IPS, la organización sin fines de lucro toma en cuenta  la tasa de homicidios, el nivel de crímenes violentos, la percepción sobre la criminalidad, la represión política y la mortalidad en accidentes de tránsito.
 
Sobre los resultados de este primer reporte de la Social Progress Imperative, el diario brasileño G1 destaca el hecho de que países como Brasil y República Dominicana registren posiciones menos aventajadas que otras naciones, como Egipto, El Líbano, Ucrania y Yemen, sumergidas en constantes manifestaciones violentas.
 
De acuerdo con los expertos, la criminalidad es el conjunto de  sucesos acontecidos en un determinado territorio y que ocasiona daños personales o materiales a determinados sectores de la sociedad, la cual se incrementa  a medida que las poblaciones del mundo aumentan.
 
Los altos índices de criminalidad y delincuencia en el país han empujado a los dominicanos a modificar sus agendas cotidianas, lo que a la vez eleva el costo de la vida y le resta calidad.
 
Son muchos los que por miedo a ser blanco de actos criminales han reducido su círculo social, dejando de asistir a actividades que pasan de determinadas horas de la noche, así como a lugares que no garanticen suficiente seguridad.
 
Algunos invierten parte de su salario en levantar verjas y paredes para protegerse; otros han dejado de trotar por el perímetro de su sector, y aquellos que su situación económica le permite  han decidido instalar en sus hogares una máquina de hacer ejercicios.
 
Hay quienes se decidieron a comprarse armas de fuego para proteger a su familia; aquellos con un estatus económico desahogado contratan guardias de seguridad para sus negocios y residencias.
 
Uno de los sectores que suelen llevar la mayor parte con el aumento de la delincuencia y la criminalidad son los taxistas, muchos de los cuales han dejado de trabajar en horas de la noche y no prestan servicios  en determinados sectores  tipificados como “calientes”, para de esa forma  evitar ser atracados y, en el peor de los casos, hasta asesinados.
 
El aumento de la criminalidad está motivada por: Falta de oportunidades; carencia de dirección por parte de las familias; cuerpos de seguridad mal dotados y la crisis económica, que actúa como agravante de todos esos factores.
 
En su artículo  “Corrupción e impunidad alientan la delincuencia”, el veterano periodista Juan Bolívar Díaz expresa: “Los niveles de corrupción e  impunidad que se registran en el país son un aliento permanente a la delincuencia en los jóvenes excluidos de las oportunidades de una vida digna, pero también en los organismos llamados a combatirla como la Policía Nacional, la Dirección de Control de Drogas y las Fuerzas Armadas”.
 
A manera de conclusión,  vale recordar  que hace tiempo el país dejó de ser una nación de personas inofensivas, con la política de sonreír al turista. Aquí, ya hay de todo…hasta crimen organizado.

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