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Diminutos moradores de Viñales, patrimonio de la humanidad

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Pinar del Río.- En las serranías de Viñales, Paisaje Cultural de la Humanidad, viven 134 especies de moluscos, pequeños habitantes de esa localidad cubana, considerada una de las tierras más antiguas del Caribe.
 
Dentro de las variedades descubiertas en la zona sobresale el caracol Zachrysia guanensis, utilizado por instituciones científicas del país antillano en estudios sobre el cerebro.
 
El animal, endémico de la occidental Sierra de los ûrganos, es el mayor molusco hallado en la región, con una concha de hasta 55 milímetros de diámetro, confirmó a Prensa Latina Enma Palacios, especialista del Parque Nacional radicado en esos predios.
 
Uno de sus principales beneficios -explicó- es la posibilidad que ofrece de utilizarlo como termómetro o medidor de la salud del ecosistema.
 
Recordó que en Viñales, donde afloran huellas del período jurásico, los suelos han sufrido los efectos de la erosión a lo largo de los años, junto a otras amenazas.
 
Esas criaturas sobreviven al amparo de proyectos conservacionistas con el fin de contrarrestar el impacto de efectos antrópicos sobre sus poblaciones, más abundantes en los sitos inhabitados o de difícil acceso, precisó Palacios.
 
Con tres subespecies descritas, debido a su talla y buen sabor se ha propuesto la cría en cautividad para el consumo humano.
 
Identificadas por sus llamativas tonalidades, las Vianas atraen igualmente la mirada de los lugareños y viajeros, pero más allá de su apariencia sorprenden por las posibilidades de adaptación al tener branquias en lugar de pulmones, una evidente señal de que en épocas pasadas la demarcación estuvo cubierta de agua.
 
La experta comentó que se trata de moluscos arcaicos, dependientes de las rocas para existir y exclusivos de la cordillera de Guaniguanico, al norte de Pinar del Río.
 
Con un endemismo que ronda el 96 por ciento, los caracoles terrestres distinguen al paraje, conocido internacionalmente por las deslumbrantes escenas de sus añejos mogotes.
 
En la base de las peculiares elevaciones aparecieron durante el siglo XIX ammonites petrificados, hallazgo que sugirió la existencia allí de un horizonte jurásico.
 
Juan Gallardo, bautizado como el guajiro sabio, fue uno de exploradores empíricos que contribuyó a su búsqueda por las sierras del territorio.
 
En los suelos de Viñales -160 kilómetros al oeste de La Habana- asoman aún los llamados quesos de ammonites, que datan del período Devónico y se extinguieron al final del Cretácico, hace unos 65 millones de años, al igual que los dinosaurios.
 
Esos cefalópodos, los cuales abundaron en medios marinos de aguas poco profundas, solían tener un caparazón en espiral enrollado sobre sí mismo.
 
Las actuales indagaciones de los malacólogos viñaleros dan continuidad a las pesquisas iniciadas en centurias anteriores por el eminente naturalista Don Carlos de la Torre, quien describió 41 géneros para el sitio montañoso.
 
Investigaciones desarrolladas en los últimos años permitieron identificar 28 de ellos dispersos en múltiples escenarios.
 
Entre los descubrimientos más recientes de los estudiosos del parque resalta el reencuentro del caracol puerco espín, un endémico local de hábitat muy limitado pues se localiza sólo en la Sierra del Infierno y en otros escasos lugares, agregó Palacios.
 
Recorrer el sendero Maravillas resulta oportunidad única para apreciar la diversidad de los diminutos moradores del valle y la majestuosidad de la flora, que incluye rarezas vegetales como la palma corcho, un fósil viviente.
 
Declarada Monumento Nacional, la planta proviene de lejanos tiempos jurásicos y pudo llegar hasta nuestros días por su plasticidad ecológica al adaptarse a sustratos y condiciones disímiles, aseguran biólogos.
 
Por la simbiosis casi poética entre el hombre y la naturaleza, Viñales fue inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial en 1999,  centenares de personas, tanto cubanas como foráneas, llegan cada día a ese poblado a través de una zigzagueante carretera.
 
En el pueblo rodeado de cimas perviven exponentes de la arquitectura vernácula como el bohío, típico de los campos cubanos, y casonas coloniales cubiertas con tejas criollas, hechas de barro cocido.
 
Sus extensos sistemas cavernarios entre los que descuellan Santo Tomás y Palmarito -dos de los más largos de América Latina- , son explorados por científicos de varios países, interesados en las galerías que surcan las montañas.
 
Mientras la gruta Geda clasifica entre los reservorios paleontológicos de mayor prominencia en la isla.
 
Allí subsisten restos del Megalognus rodens, suerte de oso gigante que habitó el lugar, y de otros mamíferos prehistóricos extintos.
 
A la sombra de las hermosas vistas del Valle de Viñales, curiosos habitantes que sortean el tiempo y las pisadas de distraídos caminantes, cuentan la historia de la localidad y aportan bondades y colorido en sus minúsculas formas.

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