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«No nos podemos quejar»

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En los años 50, cuando el escritor Ramón Marrero Aristy viajó a Argentina, un embajador dominicano en esa nación le preguntó al escritor al final de una recepción -con dos copas de coñac de por medio- cuál era la situación que vivía el país.

Marrero Aristy, el autor de Over, le contestó: No nos podemos quejar. El embajador se sorprendió ante esta respuesta y empezó a citarle los nombres de los asesinados. Y el escritor le replicó: Es que no me has entendido, te repito: No nos podemos quejar.

Esa frase de doble sentido constituyó una salida inteligente para quien vivía bajo la represión de un régimen dictatorial. Y al contar esta historia Winston Marrero, su hijo, rechazó esta noche que su padre haya sido un trujillista o que estuviera de acuerdo con sus asesinatos.

El hijo de Marrero – recordó en el acto de presentación de un libro sobre su padre, que Marrero Aristy -que fue ministro de Trabajo en la Era de Trujillo- tenía contactos en el exterior a los que contó el clima de terror en el país y que luego fue asesinado por los esbirros de Rafael Leónidas Trujillo.

«Agradezco a Manuel Nova por haber tenido el valor de tomar un tema tan complejo, como fue nuestro padre, a sabiendas de que hay muchas malas concepciones de quién fue y qué hizo con su vida», dijo Winston Marrero en el acto que tuvo lugar en el Museo de Arte Moderno, en la Feria del Libro.

Sobre la biografía que se intitula «Ramón Marrero Aristy. El negro más caro de Trujillo», dijo que a su padre le hubiese gustado saber que un colega suyo, un periodista, escribió la historia de su vida.

Para Nova, el asesinato de Marrero Aristy se debió a los celos y la envidia que despertaba en los colaboradores del régimen la cercanía que tenía el escritor con Trujillo.

Recordó una versión que dice que Marrero Aristy, en junio de 1959, había sido acusado ante Trujillo por sus adversarios de haberle dado al periodista Tad Szulc datos sobre el gobierno trujillista y su represión, cuando se encontraba en Nueva York. Szulc escribió un artículo en el New York Times y Trujilló se enfureció.

Según esa misma versión, el dictador le ordenó a Marrero que se presentara en su despacho, y una vez allí lo cuestionó sobre la filtración de datos al reportero de Estados Unidos. Sudoroso, el escritor trató de sacarse un pañuelo que tenía en el bolsillo y un esbirro, creyendo que sacaría un arma para matar a Trujillo, le disparó en la cabeza. Luego simularon un accidente en el que también murió -o fue asesinado- el chofer.

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