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Hipólito Mejía y el poder de la voluntad

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No se equivoca la inteligencia colectiva del país cuando asume al ingeniero Hipólito Mejía como el gobernante apropiado para afrontar la crítica situación que nos deja, al término de su tercer mandato, el Partido de la Liberación Dominicana.

El panorama socioeconómico que legará la administración del Presidente Leonel Fernández a las próximas autoridades, no podría ser más sombrío: corrupción generalizada, Hipertrofia del Estado, colapso de la educación pública, endeudamiento excesivo, déficit fiscal insostenible, profundización de la crisis energética, creciente inseguridad ciudadana, deterioro de los principales sectores productivos, saldo negativo de la balanza comercial y caída sensible de la inversión extranjera.

Hipólito Mejía, quien durante su ejercicio en la administración pública ha demostrado ser un especialista en manejo de crisis, es sin lugar a dudas el hombre indicado para encabezar el cambio de rumbo que necesita el país.

Su liderazgo inspirador y su fuerza de voluntad han sido suficientemente probados en el manejo de temas tan complejos como el control de la delincuencia que campeaba por sus fueros en el año 2000; o la concertación, creación y puesta en marcha del Sistema Dominicano de Seguridad Social, luego de diez años de intentos fallidos, además de otras colosales dificultades que debió enfrentar en calidad de secretario de Agricultura o Presidente de la República. Por ejemplo:
El Huracán David y la Tormenta Federico. La primera gran prueba superada por Hipólito fue el impacto devastador en la producción agropecuaria del Huracán David y la Tormenta Federico en el año 1979.

El entonces secretario de agricultura del presidente Antonio Guzmán se dedicó en cuerpo y alma a enfrentar la debacle del sector agropecuario, consiguió rápidamente los recursos para financiar la producción del campo, supervisó personalmente el proceso de asistencia a los productores en cada una de las zonas afectadas y en apenas unos meses logró no solo rescatar la producción agropecuaria, sino también abastecer de manera suficiente y con buenos precios la demanda alimenticia de la población nacional.

Año 2000: una administración en bancarrota

La segunda gran prueba que afrontó con éxito Hipólito Mejía fue el inicio de su gestión presidencial con una administración en bancarrota, ya que Leonel Fernández le traspasó un gobierno virtualmente paralizado, con un marcado déficit financiero y endeudado con los acreedores, los suplidores, los productores y los contratistas de obras estatales.

Sin embargo, en los primeros cien días de gestión Hipólito había alcanzado la plena solvencia financiera, con un impresionante dinamismo en todas las áreas de la administración, con una mejoría notable de los servicios públicos y la ejecución de obras en todo territorio nacional. Y así continuó hasta que se produjo la quiebra de Baninter, Bancredito y el Banco Mercantil.

La crisis bancaria del 2003

El tercer gran desafío que puso a prueba el coraje y la voluntad de hierro de Hipólito Mejía, fue precisamente la crisis s bancaria del 2003. El presidente hizo lo que tenía que hacer. Intervino los bancos afectados, apoyó la acción judicial contra los responsables y dispuso las medidas adecuadas y oportunas para evitar que la quiebra de los tres bancos contagiara todo el sistema como pasó en México en el 1994 con la crisis bautizada como “El Error de Diciembre” o “El Efecto Tequila”, y en Argentina en el 2001, con la crisis conocida como el “Corralito Financiero”, que sumió la economía de ese país en un terrible trance que estancó su desarrollo durante más de siete años.

El Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Asociación de Bancos Comerciales de la República Dominicana, han reconocido justicieramente que Hipólito Mejía tomó las medidas correctas para controlar la crisis y reducir sus efectos a su mínima expresión.

Los juegos panamericanos del 2003

En medio de la crisis provocada por el colapso bancario, muy pocos dominicanos creyeron en la posibilidad de que el país pudiera cumplir el compromiso institucional de mantener la sede de los Juegos Panamericanos del 2003, como se había acordado en la edición de Winnipeg, Canada, en el año 1999 .

Y ya conocemos la historia; la República Dominicana no solo organizó uno de los eventos más brillantes en la historia de los juegos panamericanos, sino que también logró su mejor actuación deportiva internacional al acumular 41 medallas, incluyendo 10 de oro; 31 medallas más que las 10 de los Panamericanos del 1999 y 12 medallas más que las 29 del 2007.

La credenciales de Hipólito lo certifican, por lo tanto, como el estadista y el gerente que necesita el país no solo para enfrentar el desguañangue de la economía, como certeramente lo señalara Bernardo Vega, sino también para reestablecer el ejercicio ético del poder y poner fin al reinado de la impunidad que se ha enseñoreado en el Estado Dominicano.

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