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Dominicano José Reyes pone a soñar a los Marlins

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Por Servicios DH

José Reyes acababa de regresar de unas vacaciones en Bora Bora, la isla en la Polinesia Francesa del océano Pacífico. Sin tiempo para descansar tras un largo viaje, se dirigió a Manhattan para reunirse con ejecutivos de los Marlins de Miami a las 12.01 de la madrugada del 3 de noviembre, el preciso momento en que se daba la luz verde para negociar con el agente libre.

El lugar fue el bar de un exclusivo hotel, The Carlyle, famoso porque Woody Allen suele tocar jazz en el mismo. Reyes estaba somnoliento, pero un gesto del dueño de los Marlins, Jeffrey Loria, le haría despertar.

Loria se levantó y se quitó su abrigo, mostrando la nueva camiseta del equipo, con sus colores psicodélicos y el número 7 con el apellido Reyes en la espalda. Eventualmente, el torpedero dominicano acabó firmando un contrato por US$106 millones y seis años.

Equipo con fama de tacaño, los Marlins apenas comenzaban su derroche.

En la siguiente semana, el pitcher abridor Mark Buehrle y el cerrador Heath Bell aceptaron contratos. La cuenta entre los tres agentes libres ascendía a los 191 millones. A eso hay que sumarle el pacto por cuatro años y 10 millones para su nuevo manager, el venezolano Ozzie Guillén.

Infructuosamente, trataron de adquirir a Albert Pujols y al desertor cubano Yoenis Céspedes. Pero la influencia de Guillén permitió que se concretara un canje para traer a su compatriota Carlos Zambrano, cuyo costo será asumido mayormente por los Cachorros de Chicago.

«No siempre se consigue lo que quieres, pero fuimos agresivos. Estamos muy contentos con la composición del club», dijo el presidente de operaciones Larry Beinfest.

El plan maestro

Y cierto, los Marlins son un equipo diferente. Ahora son los Marlins de Miami, en vez de Florida. También estrenan logo, un estadio en la Pequeña Habana que costó más de US$500 millones con techo retráctil para cuando llueva, además de acuarios y una escultura con flamencos que se encenderá cuando se conecten jonrones.

A los Marlins no les gusta que su proyecto sea considerado como una arriesgada apuesta, pero no existe otra forma de describirla.

Si todo sale bien, con títulos y grandes concurrencias, los ejecutivos de los Marlins serán unos genios. Caso contrario, pues quedarán expuestos al ridículo y de vuelta a la vieja historia de asientos vacíos y nóminas modestas.

Cuando se trata de los Marlins, el mejor consejo es ser escépticos.

Después de todo, esta es una película que se ha visto dos veces en el pasado, cuando salieron campeones de la Serie Mundial en 1997 y 2003, al deshacerse de sus astros cuando se vieron abrumados por el costo de sus salarios y limitados ingresos.

Muchos ven con mala espina que el grueso de los pagos de los contratos de Reyes, Buehrle y Bell fue diferido a los últimos años. Deberán desembolsar USA$22 millones este año, pero la cifra subirá a US$57 millones en 2015. Ya se acercan los arbitrajes salariales de Mike (Giancarlo) Stanton, Logan Morrison y Gaby Sánchez. ¿Venta de saldo para entonces?

El asunto dependerá de la capacidad de generar ingresos, y demostrar que un equipo de béisbol en Miami puede ser exitoso temporada tras temporada.

Los Marlins aseguran que tienen prácticamente vendidos sus 40 palcos de lujos, además de 15.000 pases de temporada completa. No obstante, no podrán elevar gradualmente sus ingresos, ya que se espera que su estadio con capacidad para 36.000 aficionados esté lleno todo este año, y además su contrato de televisión tiene vigencia hasta 2020.

Dejando a un lado las cuestiones económicas, los Marlins que saldrán al diamante prometen ser el equipo más entretenido de las mayores.

Y no hay nadie que sepa causar polémica mejor que Guillén, famoso por su estilo de ir de frente con lo que piensa. Como adelanto, ya se hizo expulsar en un juego de pretemporada.

«Es un gran momento el que se vive en Miami», dijo Guillén durante un acto en que las puertas del estadio fueron abiertas a los fanáticos. «Con todo este talento que tenemos, esperamos ganar el trofeo en 2012. Esperamos no quedarles mal».

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