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Pistas sobre posible grabación de voz de Martí (II Parte y final)

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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La Habana.- José Martí, seguidor de los avances tecnológicos de su tiempo en la Nueva York de finales del siglo XIX, reportó en el periódico El Partido Liberal de México sobre la utilidad del fonógrafo, inventado por Thomas Alva Edison, con quien supuestamente conversó.
 
Cuando hoy revive el tema de la posibilidad de que el más universal de los cubanos haya grabado su voz en un cilindro fonográfico, resulta pertinente acercarse a cómo describió el gran periodista aquel aparato singular.
 
«Del fonógrafo se burlaban hasta hace poco tiempo los críticos de oficio, que todo lo que no hacen ellos lo hallan mal: lo llamaban pura poesía e invento ocioso», comentó Martí el 12 de marzo en 1890, un año después de que se comercializara el cilindro de cera, de mayor calidad y durabilidad.
 
El corresponsal, adaptado a aplaudir los adelantos de la ciencia y la técnica de su época, describió en un boletín cómo el fonógrafo logró que las personas ganaran tiempo.
 
«Hasta los poetas han empezado a mirarlo con favor; porque en las altas horas de la noche, cuando las ideas echan alas («) habla por la trompeta al rollo que recoge sus imágenes: y a la mañana siguiente («) los versos salen cantando», relató el autor de estrofas inmortales.
 
Reseñó que el comerciante tenía uno en la casa y otro en la oficina para dictar sus cartas de noche, que llevaba al otro día en rollos a su despacho, y el fonógrafo dictaba las misivas al amanuense sentado a la máquina de escribir.
 
Quien tantas epístolas memorables redactó en su vida, aseguró que quien quiere escribir una carta y no tiene tiempo, la dicta de pie al fonógrafo, pone el rollo en su caja ligera, y lo echa al correo.
 
«En los periódicos, donde se debe vivir al minuto, el escritor dicta el editorial en el instante en que recibe la impresión que se lo inspira, y emplea en preparar otro («) el tiempo que el cajista tarda en tomar del fonógrafo el primero, y parar las letras sobre la caja», describió el director de diversas publicaciones.
 
De acuerdo con su relato, en Estados Unidos ya era costumbre ver llegar a un negociante atareado a su oficina con sus rollos que escribió la noche antes a ratos perdidos.
 
Aclaró que los fonógrafos se alquilaban por 40 pesos al año y «un rollo, en que caben dos cartas, vale unos centavos, y puede usarse muchas veces».
 
¿MARTÍ CONVERSÓ CON EDISON?
 
Una crónica del Maestro sobre Edison, publicada el 5 de febrero de 1890, le sugiere al asesor de la Oficina del Programa Martiano, Jorge Lozano, que el Apóstol conversó con el inventor del fonógrafo.
 
Tengo la impresión de que Martí logra conversar con Edison porque ese texto tiene mucha analogía con el dedicado a Víctor Hugo, a quien conoció en París, declaró Lozano a Prensa Latina.
 
En su opinión, conoció a Edison personalmente, según el citado escrito, sobre todo por la introducción, que tiene un carácter panteísta muy fuerte, una de las bases filosóficas más consolidadas en Martí.
 
«Desde que estuvo Edison en París, se habla más de él. El hombre, misterioso y natural, admira tanto como el inventor. Vive con las manos en lo desconocido, y tiene visiones como las del místico Swedenborg (científico y teólogo sueco) y fantasías como las de Poe (poeta estadounidense) o De Quincey (escritor británico)», inició el redactor su texto.
 
De acuerdo con Martí, un día de sobremesa Edison rompió a hablar.
 
«Lo que decae, hiede. Los pícaros parece que hieden. Se limpian las botas, y usan brillantes en el plastrón, pero hieden. La inteligencia está en nosotros; pero no nos viene de nosotros mismos. La materia no es inerte, ni recibe su fuerza de afuera. Y estas son las cosas de que habla de sobremesa el inventor», subrayó el analista.
 
Edison fuma sin cesar de quince a veinte tabacos al día o masca recostado en una silla, con los pies sobre el respaldo de otra, a la nuca el sombrero de pelo, por el suelo los faldones de la levita negra, cambiándole de color los ojos chispeantes, va dibujando con los mascullones de tabaco en la pared la máquina que inventa, describió el cronista observador.
 
«De pronto (Edison) echa por tierra las sillas, y se sienta, sin quitarse el sombrero, a tocar el órgano, en las horas profundas de la noche. Se levanta del órgano, a anotar, con dibujos, la máquina en que piensa. Cientos, miles de máquinas («) Cuando un novelista lo va a ver, le saca el libro de los dibujos: ÂíAquí tiene mi novela!», pintó Martí.
 
A veces, después de almorzar, lee un libro de filósofo o de poeta como Emerson, el adivinador o Whitman, el verdadero: ¿no fue Emerson el que dijo, cuarenta años antes del fonógrafo, que ya vendría «quien organizase los ecos?», relacionó el escritor de 37 años, entrenado en asociar sucesos.
 
Edison, acotó el profesor Lozano, es uno de los nombres mencionados por el Maestro al referirse a una de sus escenas norteamericanas más importantes en carta enviada a Gonzalo de Quesada y Aróstegui el 1 de abril de 1895.
 
«Y mucho hallará de Longfellow y Lanier, de Edison y Blaine, de poetas y políticos y artistas y generales menores», subrayó el patriota en la referida misiva, considerada su testamento literario.
 
Tales evidencias sobre el reporte en detalle de Martí respecto a los usos del fonógrafo, y la supuesta conversación con Edison, avivan la esperanza de que aquel periodista -curioso y amante de los avances científicos- haya grabado su voz en aquel artefacto.

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