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Memorias del Olvido

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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La cosa que más gracia le hace a las diosas es que los humanos construyan su propio destino.  Como herramienta para una buena edificación, fuimos dotados de la más fina, bella e inteligente combinación de células cerebrales. Ese instrumento lo bautizamos como sentido común, común porque todos los poseemos y no necesita de preparación académica para usarse.

A través del nobel sentido común percibimos, es decir,  recibimos  por uno de los sentidos las imágenes, impresiones o sensaciones externas, esas que nos señalan las rutas mas cortas y nos conducen a encontrar nuestros destinos, que es encontrar, en suma  grandeza, nuestra vocación,  inspiración con que las diosas llaman a algún estado, especialmente al del arte, donde la convocación, el llamamiento expresa los más inolvidables apetitos emocionales de las madres creadoras.

Desde el primer día en que ingresamos a la escuela hasta el último cuando nos entregan el titulo de bachiller, esos 12 años los empleamos en una sola cosa: encontrar nuestra vocación. Pero en la escuela no hay una materia para ensañar vocación, ni hay profesores para ello. La razón es que  esa llama interna no hay como cuantificarla. Los pedagogos encontraron como solución abrir una gama de posibilidades y darles a los estudiantes la posibilidad de que en el transcurso de esos doce años choque con ella y el choque produzca la chispa que la encienda. Esa es la verdadera misión de la escuela.

No importa cuan inteligente usted sea, si usted no encuentra su vocación no habrá encontrado su destino y por tanto habrá fracasado como fuerza conectora con las diosas, no será para ellas un instrumento de alegría y goce sino de perturbación y desgracias.

En mis conferencias con los estudiantes, titulada Lectura y Vocación, le pido que se imaginen que yo soy un triangulo y que ese triangulo tiene escrito en su ángulo izquierdo una palabra: ¡lectura!, en su ángulo derecho una frase: ¡conexión síquica con las cosas!; y en su ángulo de altura, una palabra: ¡vocación!.

Por ejemplo, digamos que usted está leyendo mi novela La Sagrada Familia y se encuentra con el personaje Doctor Santos, un médico forense que con rigurosidad científica e insuperable valor moral realiza su trabajo. Usted se enamora del personaje, es decir, se conecta síquicamente con él y se dice: ¡eso quiero ser! Ahí encontró su vocación, halló su ruta más cercana hacia su destino, dio  con alguien o algo que  buscaba, se produjo el choque: ¡nació el fuego!

Ahora que usted encontró su vocación deberá volver al sentido común y entender que la simpleza de la vida es insuperable. En materia de amor y festejo, el Código Solano del Gran Goce es bien sencillo. Solo tres cosas hay que hacer para un buen disfrute: comer sabroso, disfrutar divinamente del amor y dormir como beibi en los brazos del Ser amado.

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