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La nueva masculinidad se aproxima

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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¡Abueloooo! Ante el llamado, el hombre que estaba trabajando en un proyecto, deja todo y acude al reclamo del niño a quien encuentra llorando por el golpe recibido. Lo abraza, le da un poco de agua, y con una caricia y algunas palabras, lo devuelve al grupo infantil donde correteaba jugando.

Luego, la llamada de la madre que avisaba para recoger a la niña y a los dos primos. Todos atendidos por el abuelo, en una acción que habla de la ternura expresa y la responsabilidad de un hombre, que muestra la nueva masculinidad que se avecina.

Con estas acciones se puede valorar cómo van quedando atrás las ausencias e indiferencias impuestas por las tradiciones patriarcales, excluyentes que limitan para los hombres las afectividades familiares. Aparecen relaciones no violentas, para hijos o hijas, con expresiones de palabras que demuestren los sentimientos, sin que merezcan menosprecio o subestimaciones hacia la hombría.

En la intensa batalla por un lenguaje y una conceptualización con perspectiva de género, la masculinidad como una categoría sociocultural histórica, es modificable al pretender definir el deber ser y hacer de un hombre, varón, masculino. Hay que trabajar para sensibilizar, conformar un espacio y revisar las construcciones de esa identidad, cuyo orden de poder es el patriarcado y la inequidad con lo femenino.

Mantener la búsqueda de formas masculinas alejadas de la violencia o práctica excluyentes y discriminatorias, que también limitan y afectan a los propios hombres en sus relaciones con las mujeres, no vistas como entes ajenos, sino presentes en la vida cotidiana en los roles de madre, hermanas, hijas, compañeras de trabajo, de estudios, en las jerarquías profesionales y en cualesquiera de sus diferencias individuales.

Desde la infancia se van aprendiendo estas conductas y así deben asumirse nuevos modelos y acciones prácticas. Durante la adolescencia, deben alejarse de las restricciones impuestas por la fortaleza física, son los jóvenes varones los más sancionados por falta de disciplina dentro de sus colectivos escolares. Van reproduciendo lo “aprendido socialmente”, a partir de expresar la violencia y la fuerza como identificativa de la masculinidad tradicional con marcados prejuicios homofóbicos.

Si el niño llora ante un golpe, o estudia demasiado, o no sale a la calle, los reclamos de los adultos serán: “Eres llorón como una niña, como una vieja”. “Tienes que ser valiente y pelear ¡No permitas que te arrebaten la pelota!”

Un marcado sexismo todavía estructura la conciencia social para responder a las preguntas ¿Cómo llego a ser un verdadero hombre? Pero las respuestas se fundamentan en los estereotipos que clasifican el deber ser del varón: autoritario, mantener a la familia constituida, pues no se le considera como parte de los dos protagonistas heterosexuales que conforman la descendencia. Tendrá derecho al ejercicio indiscriminado de la actividad sexual y erótica para demostrar su virilidad, ajeno a su propia decisión. Debe ser productivo para llegar a ser jefe del hogar y propietario de bienes y personas, como si la poligamia fuera una costumbre occidental. Otro mito donde se incluye la violencia.

Acerca de la justa relación que tendrá esa nueva masculinidad y sus aportes sociales a la identidad, el pedagogo mexicano Licenciado Bernardo Lagarde, Profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señala: “Hoy, gracias al trabajo feminista iniciado, desarrollado y difundido por miles de mujeres en el mundo, podemos atrevernos a ver la vida, a las personas, a las relaciones humanas y al amor fuera de las exigencias de esa camisa de fuerza que se llama género masculino patriarcal; tenemos el deseo y la posibilidad de construir masculinidades liberadoras para nosotros(los hombres) y (más) equitativas para con las mujeres y sus nuevas formas de ser.”

*Periodista .Maestra en Ciencias de la Comunicación

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