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La Gran Vía de Madrid se viste de gala en su centenario

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Madrid conmemora el centenario de su calle más emblemática, la Gran Vía, una arteria cultural y comercial que ha reflejado, en poco más de un kilómetro, la transformación de todo un país y el cumplimiento de su "sueño de modernidad".

Aunque fue ayer cuando se cumplieron los cien años desde que el rey Alfonso XIII inaugurara unas obras que pretendía poner a esta capital a la altura de París, Londres o Milán, ha sido este lunes cuando han tenido lugar los mayores fastos, con el actual monarca y nieto de aquel, Juan Carlos I, como maestro de ceremonias para descubrir un monolito que homenajea ese siglo de historia.

"La Gran Vía nació como un sueño de modernidad que pronto se hizo real", dijo el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, en presencia del Rey.

El 4 de abril de 1910 su abuelo blandió una piqueta de plata y dio comienzo a una novedosa remodelación arquitectónica, que supuso el derribo de 312 edificios y la eliminación de 14 calles.

Esta sinuosa serpiente urbana de 1.316 metros habría de convertirse en el referente de ocio de la capital española y en el escaparate y escenario de los principales eventos que marcaron la historia española reciente.

Las viejas fotos de la Gran Vía muestran ese devenir: desde las muchedumbres entusiasmadas por la proclamación de la II República, hasta los desfiles triunfales del franquismo, pasando por la devastación de la Guerra Civil (1936-1939).

De los tiempos de este conflicto surgen algunas de sus imágenes literarias más famosas, con Ernest Hemingway o John Dos Passos recorriendo el trayecto entre el hotel Florida, refugio de muchos corresponsales de guerra, y la Telefónica, aún hoy uno de los edificios que definen la calle y que entonces albergaba el centro de prensa extranjera.

Del Madrid republicano en guerra dan fe las fotos de las Brigadas Internacionales que llegaron a ayudar a la frágil democracia que era apisonada por las huestes de Franco.

Poco después, cuando la II Guerra Mundial desangraba Europa, los ecos de la tragedia se escuchaban de nuevo sobre los adoquines que entonces cubrían la calle, con el desfile de la guardia mora de Franco a caballo y las banderas nazis colgando de sus fachadas en homenaje a alguna visita ilustre de la amiga Alemania.

Ignacio Merino, autor de la "Biografía de la Gran Vía", recuerda cómo, en los años posteriores a la victoria franquista, en los cines de la avenida "al acabar la película, los espectadores debían cantar de pie, brazo en alto, el Cara al Sol", el himno del fascismo español.

Pero no hay oscuridad que no sea rasgada por algún rayo de luz y, así, paulatinamente, fuera de España se iba sabiendo de la Gran Vía por el fulgor que en ella dejaban estrellas como Ava Gardner o Sofía Loren, a quienes se veía tomando cócteles en el bar Chicote, inaugurado en 1931 y aún hoy día otra de las medallas del lugar.

En esos años cincuenta la Gran Vía se llamaba Avenida de José Antonio, en honor al fundador de Falange Española, aunque ya el gris de la posguerra se coloreaba poco a poco con los carteles de los estrenos de cine y los espectáculos de teatro y variedades.

"La Gran Vía, como por ensalmo de su destino especial, se convirtió sin tardar mucho en el paraíso que habría de borrar los horrores pasados", cuenta Merino en su libro.

Se la empezó a llamar el Broadway de Madrid y no había película que se preciara u obra de teatro que pretendiera triunfar que no se estrenara en sus plateas.

Y no olvidemos la intelectualidad, con José Ortega y Gasset, Ramón Pérez de Ayala y Gregorio Marañón reuniéndose en la Casa Calpe, que después daría lugar a la Casa del Libro, actualmente una de las librerías más grandes de Madrid.

Engalanada para recibir al presidente estadounidense Dwight Eisenhower en 1959, la Gran Vía se convirtió en la imagen en el exterior de un país que se abría a la par que se ablandaba la dictadura imperante.

En las siguientes décadas, crece el número de cafeterías en sus flancos, las empresas sitúan allí sus locales (entonces se decía: "Si quieres que te hagan caso en Madrid, pon oficina en la Gran Vía") y sus grandes almacenes imponen modas en toda España.

Tras la transición política, de nuevo recuperado el nombre de "Gran Vía", llegó en los años ochenta la revolución cultural de la "Movida madrileña", las pintadas y grafitis se adueñaron de sus rincones y las "tribus urbanas" comenzaron a pasear por sus aceras con las nuevas tendencias musicales.

Y hoy día, cien años después de aquel "piquetazo" de Alfonso XIII, ya ni siquiera a los más viejos del lugar les asombra escuchar sobre su asfalto no la marcha marcial de los ejércitos, sino la fanfarria y las bocinas de las carrozas del Día del Orgullo Gay.EFE

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