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El héroe de Pentecostés

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El discípulo cobarde y pusilánime que negó varias veces a su maestro y que no ejercicio ningún gesto de honor frente a la crucifixión, aparece como un héroe en los barnices de reacomodamiento del texto lucano que la Biblia recoge bajo el título de “Hechos de los Apóstoles”.

“Cuando llegó el día de Pentecostés estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde estaban, y aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y fueron pasándose sobre cada uno de ellos”. (Hechos 2, del 1 al 4)

Pedro que por menos de eso hubiese corrido aterrorizado, se puso de pié impertérrito para explicar lo ocurrido:

“Entones Pedro, con los once a su lado, se puso de pie, alzó la voz y se dirigió a ellos diciendo: ´Amigos judíos y todos los que se encuentren en Jerusalén, escúchenme pues tengo algo que enseñarles. No se les ocurra pensar que estamos borrachos, pues son apenas las nueve de la mañana sino que se está cumpliendo lo que anunció el profeta Jeol:

“Escuchen lo que sucederá en los últimos días, dice Dios, derramaré mi espíritu sobre cualesquiera que sean los mortales. Sus hijos e hijas profetizarán, los jóvenes tendrán visiones y los ancianos tendrán sueños proféticos”.

El grave inconveniente es que quien dijo eso nunca creyó que el mensaje de Jesús, alcanzara las poblaciones no judía, por lo que dichas expresiones no encuadran ni con su visión ni su temperamento.

Aunque el título sugiere un recorrido por la trayectoria de cada uno de los apóstoles, incluida la de Matías, el escogido para suplir la vacante de Judas, el texto se limita sólo a dos: Pedro y Pablo. De Juan aparecen apenas tres menciones y de Santiago (Jacob, Jacobo o Sanct Yago) el hijo de Zebedeo, apenas una y es para matarlo, como lo hizo Herodes.

Ni en el Canon de Marción ni en el que elaboró posteriormente la Iglesia para confrontarlo, y que se conoce como Nuevo Testamento, se incluyeron unos textos apócrifos conocidos como “El Evangelio de Pablo, El Evangelio de Pedro y el Evangelio de Santiago.

Los estudiosos echan de menos en el texto que nos ha llegado una referencia al martirologio de Pedro y de Pablo, que perecieron en las ergástulas neronianas. Hay referencias al martirologio de Esteban y de Santiago de Zebedeo, pero se evade el martirologio de Santiago el hermano de Jesús, todo con la finalidad de dorarle la píldora al imperio, que si había pasado a ser el primer patrocinador de la fe en Cristo, no podía figurar a la vez como el verdugo de los creadores de esa creencia.

Muchas cosas sugieren que el autor de los Hechos de los Apóstoles fue Lucas, puesto que de narrador de unos hechos que les han contado, el autor pasa ubicarse, a partir de Hechos 16-10, como un participante de la trama, lo que apunta a un compañero de Pablo que debió ser el médico griego.

Pablo había tenido una visión y “al despertar nos contó la visión y comprendimos que el señor nos llamaba para evangelizar a Macedonia. Nos embarcamos en Triade y Navegamos rumbo a la isla de Samotracia; al día siguiente salimos para Néapolis. De allí pasamos a Filipos, una de las principales ciudades del distrito de Macedonia, con derecho a colonia romana”.

El escrito se concibió para llenar las necesidades de las comunidades cristianas primitivas, que en su momento mostraron tanto interés por la vida de los apóstoles como por la de Jesús, pero sólo se les habló de los que era necesario potenciar.

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