Una onda tropical abarca, cual figura fantasmagórica, casi todo del territorio dominicano con la sucesión de fuertes aguaceros, tormentas eléctricas y ráfagas de vientos.
Julio está casi en sus días finales, con un saldo de inquietudes y angustias, tanto sociales como naturales, sin mencionar las contradicciones que vive la nación dominicana por las incongruencias con su ecología y las alocadas decisiones de construir una cementera en su parque- pulmón de Los Haitises, desalojar familias, etc.
A estas incertidumbres se suma la noticia de la muerte de una persona y la evacuación de otras 75, debido a las fuertes lluvias. El Comité de Operaciones de Emergencias (COE) alerta a la población y anuncia que un grupo de provincias, como Hato Mayor, La Romana, El Seibo, San Pedro de Macorís, Monte Plata (sureste), Samaná (noreste) y Santo Domingo (sur), se mantienen en alerta roja, a la vez que los colores verde y amarillo sellan dichos avisos para otros puntos del territorios nacional.
Meteorología y el COE recuerdan a las personas residentes cerca de los ríos, arroyos y cañadas en diferentes provincias, el inminente peligro de las inundaciones urbanas y rurales.
No estaban desacertados los residentes de Jaquimeyes y Palo Alto, en Barahona, cuando protestaban en demanda de la atención del gobierno, a fin de que se “construyera un muro de contención que impidiera las inundaciones que provoca el río Yaque del Sur”, tal y como se conoció a través de estas mismas páginas.
Líbrenos Dios de estos aguaceros de julio y de las tantas angustias que han dejado luto y penas, como aquella madrugada del 24 de mayo, hace ya un lustro, cuando hombres, mujeres, adolescentes, niñas y niños quedaron sepultados bajo las aguas crecidas del río Solié.
Las experiencias dejadas por las tormentas que azotaron el país y el dolor irreparable de las pérdidas humanas durante el año 2008, hacen que en este 2009, cualquier medida sea pequeña para proteger a las familias dominicanas.