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Dominicanos ausentes: ¡digna de reconocimiento!

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Por más de cuarenta años he sido un inmigrante impenitente, ya que apenas con dieciséis partí de mi país por primera vez, regresando varias veces y por circunstancias ajenas a mi voluntad, marchándome de nuevo. Esto quiere decir que he visto y soy testigo de excepción del desarrollo en tierras extranjeras de la diáspora dominicana en los Estados Unidos de América. Y he podido comprobar el denuedo con que los dominicanos ausentes realizan todo tipo de trabajo honesto con miras al progreso propio y de sus familiares en la tierra que los vio nacer y que les ha negado la oportunidad que han encontrado en playas extranjeras, donde en buena lid se han ganado el respeto y la admiración.

Un desarrollo descomunal si se quiere, con niveles extraordinarios de asimilación de las costumbres sajonas, pero sin perder el amor autóctono por sus raíces y vínculo filial con los parientes que se quedan en su tierra. Caso fuera de serie, si se compara con otras emigraciones de las tantas de que está compuesta la gran nación del Norte. Y así también me imagino que sucede con los ausentes en tierras europeas y otros litorales del universo, que se desviven de sol a sol, para resolverles los problemas a sus familiares en el país y que en su mayoría son gentes inobjetables en cuanto a su conducta y hábitos de vida ejemplar, trabajadoras por demás y amantes incuestionables de la Patria y orgullosos de su origen.

Traigo este tema a colación en estas cuartillas por razones de dignidad y orgullo patrio. Pero también, para elevar mi voz de protesta ante tantas ignominias que se les achacan a los dominicanos que residen en el exterior, principalmente a los de Nueva York y otros Estados de la Unión. Vilipendiados y poco valorados por muchos de los que comparten la nacionalidad con los que vivimos en este país. Ya que los que allá viven, están sumergidos en la peor de las situaciones que se suceden en nuestro terruño amado, producto de la corrupción rampante de quienes nos han desgobernado por décadas y no se dan cuenta que estos desgobiernos se han dado a la tarea de desacreditar a la diáspora para justificar su irresponsabilidad, cuando lo que hacemos es compensar con nuestra ayuda, lo que lo ellos no hacen y que es su obligación.

Es cierto que muchos de las nuevas generaciones de dominicanos ausentes han sido en muchos casos proclives a la búsqueda del dinero fácil, cometiendo hechos deleznables y deplorables. Pero, no es menos cierto que si calculamos el número de conciudadanos que residen aquí, y sacamos el porcentaje de los que han sido condenados por fechorías y deportados hacia allá, y hacemos un estudio comparativo estadístico serio, podremos ver, que la realidad no es como se pinta. Y que el descrédito que produce el mal accionar de estos dominicanos se nota más que los hechos positivos que realiza nuestra comunidad en el exterior. ¡Esta es una realidad contundente e irrebatible!.

De todos los males y el desastre delincuencial que padece el pueblo dominicano, no es cierto que la mayoría sea responsabilidad absoluta de los emigrantes deportados. Y mucho menos todavía, de la comunidad residente en el gran país del Norte. Todo lo contrario, si no fuera por los aportes en metálico y en naturaleza que recibe la gran mayoría de personas pobres de parte de sus familiares en el extranjero, ya hace tiempo que hubiera explotado como un barril de pólvora la República Dominicana. Además, la delincuencia en el país es común a todos los niveles y consustancial a todas las clases sociales. En mayor número, de los que nunca han salido, esto se comprueba con la población existente en las ergástulas o cárceles de la nación que están saturadas de gente que nunca han viajado fuera.

Los hechos delincuenciales en los países subdesarrollados son un mal endémico de origen reconocido y requete probado. Las injusticias sociales que han empujado a que tantos dominicanos se hayan visto obligados a emigrar, la han creado exprofeso los que han mal-manejado los conceptos básicos para el progreso de naciones como la nuestra, donde nadie tiene nada seguro y no se puede contar con las más mínimas garantías de supervivencia, ni mucho menos de convivencia decente, ya que aquellos que trazan las pautas, viven violando todos los preceptos legales y morales y son “los principales delincuentes” que nos han desgobernado. Los ochenta mil millones que se robaron los banqueros y politiqueros no fueron los dominican york que estafaron al pueblo, sino los de la oligarquía rancia tradicional en contubernio con gobiernos abyectos e inmorales.

Un país donde hay un índice de desempleo que ronda el orden del sesenta por ciento, y de los que se cuentan como empleados, un veinte o es chiripero o trabaja a destajo por ajuste, quedando solo otro veinte por ciento de personas con trabajo fijo y regularmente remunerado. Siendo conservador en las apreciaciones, y aclarando que estos números se calculaban antes de la crisis, dejamos esta interrogación como tarea: ¿Qué futuro se puede augurar a un pueblo, donde del presupuesto nacional en la educación se invierte menos del cinco por ciento y que el producto interno bruto no compensa las exfoliaciones, así como las malversaciones de que es objeto el País por parte de los que han desgobernado por décadas?

Otro aspecto medular que debe tomarse en cuenta como de primer orden y no se hace, es el de la salud pública deficiente y la falta de profilaxis médica epidemiológica y del control de la natalidad y mortalidad infantil descontrolada. Donde la iniquidad de los gobiernos ha sido, por su falta de apoyo, miserable con este sector por no decir otra cosa. ¿Qué se puede esperar en un país donde tengan que acostar en una cama de hospital a dos mujeres parturientas a la vez? Y ¿qué puede esperar un pueblo de una nación donde la discusión con los patronos por un ajuste en los salarios mínimos de los trabajadores más pobres, conlleva años de lucha y manifestaciones de protesta por las reivindicaciones sociales de las clases más depauperadas? ¡No sea pendejo nadie!

Entonces no se puede hablar de culpables dentro de la ciudadanía que no dispone, ni compone cuando se toman las decisiones. Ni se debe adjudicar la culpabilidad de los males endémicos de nuestra sociedad a un segmento específico de dominicanos, como en el caso que tratamos, los dominican York, o dominicanos ausentes. Ya que en vez de ser responsables por un muy mínimo por ciento en el desarrollo de la delincuencia en el país, más bien la mayoría de la diáspora lo que hace es mitigar el hambre y las necesidades creadas por otros, beneficiando a la nación con sus remesas y viajes esporádicos hacia allá. Y debiera ser por esto, justamente, reconocida por los gobiernos.

Pero, no, es más cómodo y justificador de las ineptitudes e ingratitudes gubernamentales y de los que han propalado estas falsas premisas, buscar un chivo expiatorio de las inconductas de otros, echándole la culpa a una comunidad trabajadora y seria, sacrificada para ayudar a sus seres queridos en el patio. Haciendo ver culpables a quienes no tienen responsabilidad en el contubernio de políticos corruptos que sólo van al poder, como dice el dicho popular, a buscar lo suyo, sin importarle el destino del país. Pero ya tendrán que cambiar de sujeto incriminado, pues están tan desacreditados los que gobiernan, que no hay forma de cómo justificar y esconder sus iniquidades. Ya está bueno de mentiras y falacias, ¡los dominicanos en el exterior, con la excepción del mínimo que delinque, es una comunidad digna de reconocimiento!

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