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Recuerdan turbulenta vida de Mike Tyson

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Nueva York – Sentado en el blando sofá de su casa de playa en Malibú, Mike Tyson se derrumba al recordar a su fenecido mentor, Cus D’Amato. Recuerda haber crecido como un chico regordete en un arrabal de Brooklyn, donde cometió robos a mano armada y se le tiró chocolate en la cara.

Hace un recuento de sus divorcios, su convicción por violación, su asombrosa derrota ante Buster Douglas, su mordida a la oreja de Evander Holyfield y otras desventuras de su improbable vida.

El individuo al que una vez se le conoció como “El hombre más malo en el planeta”, es revelado como un alma torturada y llena de arrepentimiento en “Tyson”, un documental que tiene el poder de uno de los uppercuts de los cuales este pugilista tanto se vanagloriaba.

El director James Toback, quien conoce a Tyson hace 24 años y le ha dado apariciones esporádicas en dos de sus películas, ha convertido esa amistad en la más brutalmente cándida confesión pública jamás hecha por un atleta famoso.

En el 2007, Toback entrevistó a Tyson por 30 horas durante tres días cerca de Los Ángeles, cuando el púgil asistía a una clínica de rehabilitación por uso de sustancias. Esas sesiones forman el grueso de “Tyson”, que también incluye pietaje de sus salvajes nocauts, viejas entrevistas y antiguas películas caseras.

La película de Tyson

Toback usa algunas técnicas artísticas, como la sobreimposición de diálogos y las pantallas divididas. Pero la mayor parte de la película consiste de Tyson sentado en un sofá o una silla, mirando directamente a la cámara y hablando de su ascenso de la pobreza al campeonato mundial y su descenso de ícono internacional a peleador agotado y caído en desgracia.

En el documental conocemos que Tyson tenía gonorrea cuando derrotó a Trevor Berbick en 1986 para convertirse en el campeón peso completo más joven de la historia (Tyson dice que le ardía como “el buen clima de julio”), que sufrió episodios de pérdida de conciencia en sus dos peleas con Holyfield y que tiene una personalidad extrema que tiene que estar o “en el tope del mundo” o “en el fondo del océano”.

Tyson no perdona a nadie, incluyéndose a él mismo.

El promotor Don King, a quien Tyson demandó alegando que le robó mucha de su fortuna, es un “reptil baboso” que “mataría a su madre por un dólar”. Desiree Washington, la reina de belleza que lo acusó de haberla violado, es “una cerda desgraciada”.

Sus manejadores originales, Bill Clayton y Jim Jacobs, eran como “dueños de esclavos”.

Al final, Tyson admite que la culpa de todo la tiene él.

Atribuye sus problemas a una niñez sin padre, a la muerte de D’Amato un año antes de que ganara el campeonato, inmadurez, abuso de drogas y correrías con mujeres.

Debido a que Tyson es la única persona a la que Toback entrevistó, la perspectiva es suya. No escuchamos a Washington, a Holyfield ni a nadie más cuyos encuentros con Tyson fueron menos que placenteros.

No obstante, no hay que creer cada detalle para apreciar el poder de su historia.

Tyson ahora es un desempleado barrigón de 42 años y padre de seis hijos. Dice que sólo quiere ser “un ser humano decente” y ver a sus hijos crecer. “Lo que hice en el pasado es historia y lo que haré en el futuro es un misterio”, dice.

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