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SD y dos acontecimientos imborrables: 1930 y 1965

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Para comprender al Santo Domingo de hoy, se debe partir del ciclón San Zenón, en 1930 y estudiar la Revolución de Abril, 1965.

El ciclón San Zenón, recordado todavía en la memoria colectiva por los muertos y destrozos materiales que provocó, permitió a Trujillo, que iniciaba su larga permanencia en el Poder, reconstruir una ciudad a la imagen de su ideología y dotarla de edificios suntuosos para la época, alrededor de avenidas recién inauguradas, siguiendo el plan vial de J.R.Baez López Penha, diseñado en 1933. El ciclón permitió, el ensanchamiento de nuevos barrios en la zona norte, rigurosamente diseñados por una oleada de profesionales prestigiosos, nacionales y extranjeros, que diseñaban “a la carta”. Las mansiones, y el Palacio Nacional era una de ellas, muchos “chalets” de la oligarquía, los hoteles y también las embajadas.

La muerte de Trujillo, sin que se tengan datos muy precisos, provocó grandes migraciones internas, que vinieron a densificar la pequeña ciudad capital y formar los primeros barrios marginados.

Cuando ocurren los hechos de Abril 1965, Santo Domingo, era una ciudad pequeña, compueblana en parte y aristocrática por otra. Salía apenas de sus murallas, hacia el oeste, lejos se había construido la Feria de la Paz , el matadero y Metaldom; al norte, en la avenida Máximo Gómez, los industrias de Trujillo y cerca del río Isabela, la Cementera. La capital tenía 367,052 habitantes de los cuales el 45 % tenía entre 15 y 34 años. El país era rural (60 %), el sistema educativo cumplía funciones elementales como la alfabetización, la élite social, sola, podía seguir una carrera universitaria, en un campus recién construido.

Para tener una idea de lo que era Santo Domingo en 1965, basta recordar que en un tramo corto de la calle Isabel la Católica , competían con el Banco de Reservas, el Royal Banks del Canada y el Nova Scotia. En esa misma calle, todas las casas comerciales, John Abbes y Miguel Barceló entre otras, se codeaban con los grandes almacenes y tiendas de todo tipo. En la Avenida España se encontraban las oficinas de las casas comerciales, Piñeyro, Celso Pérez, de la destilería Quisqueya y de la casa Dávila. En la calle Arzobispo Meriño, las tiendas, las sombrerías y los sastres tenían ya la Casa Velazquez , cerca. En las calles Mercedes, Luperón, Hostos, Nouel y en la 30 de Marzo se localizaban todas las sucursales nacionales de las grandes casas comerciales extranjeras.

Santo Domingo vivía de su puerto y el latido de su gente humilde se oía desde el Polvorín, San Miguel, San Lázaro y San Anton. Sus actividades se habían reactivado después la muerte de Trujillo a favor de las numerosas exenciones y exoneraciones que se habían otorgado a los importadores. El sindicato obrero, POASI, el de los empleados públicos y la Federación de maestros dominaban todas las actividades culturales y sindicales. El puerto era una zona de gentiíllo, llena de vida, de pobreza también, pero el bullicio era expresión de vitalidad de todas las operaciones comerciales y bancarias que se realizaban allí y por sus atarazanas.

La avenida Mella tenia el Mercado (Modelo, hoy) el hotel La Fama , de los visitantes del interior, los árabes con sus tiendas y el local del MPD. El Conde mostraba sus edificios con balcones majestuosos construidos entre 1900 y 1930, el periódico El Caribe, las cafeterías La Colonial y la Sublime , sus restaurantes y sus intelectuales. Hasta las barberías Cibao y Colón tenían ya sus “habitúes”, como el bellísimo Parque con su glorieta.

Los partidos políticos rivales tenían sus locales entre tres cuadras, en el Parque Colón (PRD), calle Conde, con Hostos (1j4) Estrelleta con Pina (Unión Cívica).

Las márgenes del río Ozama tenían ya sus barrios Agua Dulce, San Martín de Porres, La Fuente iniciaba un proceso indetenible de urbanización con los obreros de La Feria , que se quedaron en la capital. Los Mina estaba en proyecto. Villa Duarte-Calero eran barrios de marinos y pescadores.

La capital tenía dos puentes: uno al norte que unía la capital con las fincas de Villa Mella, y el Juan Pablo Duarte que unía la capital a San Isidro y Boca Chica.

La memoria tiene fija y presente el puente Juan Pablo Duarte obstaculizado con las patanas del ingenio azucarero y el pueblo, sin armas, resistiendo la embestida de las fuerzas militares golpistas. Presentes también, las fotos de los barrios de la zona norte bajo los bombardeos sin misericordia provocando muertos y destrozos.

Santo Domingo tuvo que sorprender a los 42 000 marines que desembarcaron por Haina y se instalaron en el Hotel Embajador, no porque era un pueblo indefenso que había vencido un ejército regular en el Puente Juan Pablo Duarte, sino como me lo confesó una vez el ex comandante Diego Guerra, hombre de confianza del coronel Caamaño, porque pensaban estar en Viet Nam y muchos de ellos ignoraban que era la segunda vez que EEUU invadía ese pequeño país. La ciudad, con sus calles estrechas, no permitía el desplazamiento ágil de los tanques de guerra como me dijo, el ex combatiente Montes Arache, eran muy vulnerables, bastaba un cocktail molotov, gasolina y….se inmovilizaban.

El cordón sanitario desarrollado por los soldados norteamericanos dividió la ciudad. Aisló los ensanches Lugo, Don Bosco, Ciudad Nueva, la zona colonial, que sobrevivieron con la solidaridad y la mercancía de las Aduanas custodiadas, que se repartía con celos. Pero, el país sin puerto, se paralizó. Las actividades comerciales, administrativas y bancarias mermaron. La ciudad demostraba ser infuncional e inadecuada para ser el soporte material de las aspiraciones de una clase empresarial revigorizada por las donaciones que habían llegado a partir de abril del 65.

La zona colonial vivía a su ritmo a pesar de los bombardeos, los tiros de franco tiradores (desde los Molinos), las granadas de mortero, los tiros de fusil AR 15 que causaron grandes daños a los edificios, a los tendidos eléctricos, a los servicios en general de la zona. La ciudad colonial, ciudad efímera de la resistencia, del fervor patriótico y de la juventud, fue revindicada por el pueblo: los artistas, que animaban los atardeceres y a los combatientes, los comandos de los partidos en edificios y cuadras propias, el PSP, el 1J4, el MPD.

Un nuevo espacio urbano se creó con la zona colonial y Ciudad Nueva, juntas simbólicamente: para los ejercicios militares, el entrenamiento y el adiestramiento, la cita era el Parque Ramfis rebautizado Eugenio María de Hostos, para los mítines e informaciones, el Parque Independencia y sus altos edificios recordaban el adiós de Manolo. La calle El Conde, con el edificio Copello era la sede de la comandancia y la resistencia, de los desfiles y las muestras de solidaridad y apoyo al Coronel Caamaño. Para las actividades civiles, aburridas, todos los edificios eran ocupados de día y de noche por mujeres y hombres entusiastas. Si añadimos a los bombardeos y tiros de francotiradores esa permanencia, inicio del colapso de las partes comunes, de los servicios de los inmuebles, por la sobre densificación y uso intenso de todos estos espacios, incluyendo las azoteas transformadas en trincheras y campos de batalla.

Cuando termina la gesta revolucionaria de 1965, Joaquín Balaguer y los sectores civiles y militares que conformarían el poder durante doce años, aprendieron la lección. Se debía repensar la ciudad, crear una nueva ciudad capital para una nueva sociedad donde nunca más pudiera reproducirse lo acontecido.

En los primeros años, de los doce (1966-1978) se despliega con la represión sistemática de la oposición un arsenal de leyes para desvalorizar los inmuebles de la zona colonial (bloqueo de los alquileres y de los salarios) que eran ocupados por las poblaciones desplazadas de la zona norte y nuevos inmigrantes. Se fomentan un nuevo sistema financiero más diversificado y la industria de la construcción, en torno a la urbanización de las tierras confiscadas a la familia Trujillo.(Leyes de venta No 39 del 25.10.1966 y 2715 del 2.10.1972). El Estado dominicano, beneficiándose de precios del azúcar y de una cuota preferenciales y préstamos blandos, permite y estimula la urbanización del ex Distrito Nacional (1.400 km2), por el sector privado en todos los ensanches de la parte oeste de la ciudad (hasta Alameda) y completa la urbanización para la clase media, en multifamiliares de carácter social. El Estado se desconcentra en el espacio capitaleño, al igual que las actividades del sector privado. Se dinamiza el empleo público, el ahorro, se construye la clase media, que era incipiente en 1965.

Las inversiones públicas en puentes, avenidas, presas, parques en la capital, estimulan los movimientos poblacionales, que hacen pasar la capital , de ciudad arrinconada al río Ozama en 1965, a una metrópolis, sin límites físicos, sin planificación territorial que devora sus tierras agrícolas, hacia el norte, oeste como al este, las relaciones sociales se transforman, se distancian las clases sociales a favor de una sociedad que pocos años después de la Revolución de Abril ha iniciado una metamorfosis.

La revolución cultural en esos años es silenciosa, segura e insidiosa. La Ocupación norteamericana dejó sus huellas en la cultura dominicana, el “american way of life” pasa por la música, la droga, los jeans y la visa. Se iniciaba un nuevo sueño para el pueblo: la emigración y con ella, la destrucción de todo proyecto colectivo de liberación.

El modelo urbano de desarrollo no era nuevo. Después, los acontecimientos de Junio del 1848, en Paris, el prefecto Haussmann reorganizaba el espacio, asentaba la burguesía de Napoleón III. Balaguer y sus aliados estratégicos hicieron una re- lectura histórica de la reforma haussmaniana para la ciudad de Santo Domingo.

En este Abril de 2009, recordando el otro Abril, no vemos obreros portuarios, ni puerto, ni aduanas, ni barcos cargados. Los Molinos están, la fortaleza Ozama también, los edificios del Conde están allí, sin cambios algunos, son siempre bellos, con sus sueños y huellas visibles de mortero. Ya tenemos seis puentes sobre el río Ozama, las avenidas, túneles y elevados laceran y dividen la ciudad. Borojol, el barrio popular fue destruido, el local de POASI también, la cabeza del puente Duarte es una plaza, sin el edificio Zaiter.
Todo es recuerdo, mismo en la ciudad.

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