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Wall Street se despide de 2008, uno de los peores años en su historia

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Nueva York (EFE).- Con una caída anual que podría rondar el 35%, Wall Street ha sido en 2008 el epicentro de una crisis financiera internacional que ha dañado sus cimientos, destruido algunos de sus grandes iconos, eliminado miles de empleos y debilitado los fundamentos del libre capitalismo.

Cuando comenzó el año, y pese a que los temblores ya habían comenzado en Wall Street, era difícil de prever la magnitud del terremoto financiero que se avecinaba.

Se hablaba de crisis hipotecaria y crediticia, pero no de multimillonarios rescates públicos, nacionalizaciones en el corazón del capitalismo ni mucho menos de la mayor y más extendida estafa de la historia.

En sólo doce meses se han vivido en la bolsa neoyorquina seis de los mejores días en 7 décadas y, aún así, éste va camino de ser uno de los peores años.

Bear Stearns, Fannie Mae, Freddie Mac, Lehman Brothers, AIG, Merrill Lynch, Washington Mutual y Wachovia encabezan la lista de los gigantes financieros víctimas de una crisis crediticia originalmente ligada a la explosión de la burbuja inmobiliaria e hipotecaria en EE.UU., que luego afectaría a una gran variedad de entidades y personas que nada tienen que ver con esos sectores.

Los acontecimientos se aceleraron de forma espectacular en septiembre, lo que obligó a las autoridades estadounidenses a intervenir con contundencia y tratar de salvar al sistema financiero de sus propios excesos.

El 7 de septiembre, la Reserva Federal (Fed) anunció la intervención de las dos mayores hipotecarias del país, Fannie Mae y Freddie Mac, y la inyección de 200.000 millones de dólares en lo que fue una intromisión pública inaudita.

Esa semana los bancos de inversión, comprometidos hasta el cuello en unas inversiones que poco antes se creían seguras, ya habían perdido cerca de la mitad de su valor bursátil y las dudas sobre su capacidad de supervivencia hacían que el derrumbe pareciera sin fin.

Algunos tuvieron suerte, como Merrill Lynch, que aceptó ser comprada por Bank of America por 50.000 millones de dólares, pero otra fue la suerte de Lehman Brothers, que no encontró quién lo quisiera y asumió su quiebra el 14 de septiembre.

Desde entonces, los problemas en Wall Street se vieron con más respeto: el terremoto demostró poder con los más grandes y, si no se remediaba, podría tirar abajo todo el "muro" que da nombre a Wall Street.

De hecho, el lunes siguiente la bolsa vivió su peor sesión desde el 11-S, y la aseguradora AIG perdió el 60% de su valor bursátil, lo que llevó a la Fed a intervenirla a cambio de 85.000 millones para tratar de sanear sus raquíticas cuentas.

El dinero empezó a huir masivamente hacia inversiones más seguras como el oro, que tocó máximos históricos, o la deuda, cuya rentabilidad bajó a niveles desconocidos.

Los esfuerzos de las autoridades para restablecer la confianza se tradujeron en un confuso y errático plan de ayudas públicas de 700.000 millones de dólares, y en la exigencia de que Goldman Sachs y Morgan Stanley, los dos únicos grandes bancos de inversiones que quedaban vivos, se transformaran en entidades comerciales para acabar así con la etapa dorara moderna de las altas finanzas.

Aún quedarían por verse las ventas de Washington Muntual a JPMorgan Chase, tras el mayor derrumbe bancario en la historia de EE.UU., y de Wachovia a Wells Fargo, mientras el índice Dow Jones perdía la cota de los 10.000 puntos conquistada en 2004 y el pánico se extendía al resto del mundo.

Comenzaron entonces los recortes de tipos de interés y se multiplicaron rescates e intervenciones públicas, pero las bolsas seguían cayendo. Wall Street cerró el 10 de octubre la peor semana de su historia.

La anunciada inyección de 250.000 millones en el sistema bancario consiguió que el lunes siguiente se registrara la mayor subida diaria jamás vista, pero esta y otras alegrías serían meras anécdotas para la mayor economía del mundo, metida ya en recesión.

Tras octubre, el mes más volátil que ha vivido Wall Street, entraron en escena los gigantes del motor, que también amenazaron con derrumbarse y generaron un gran debate público sobre cómo evitar nuevos despidos masivos, que sólo empeorarían las cosas.

En diciembre, el colofón del año ha corrido a cuenta de un reputado financiero, Bernard Madoff, quien ha confesado ser responsable de una estafa que puede ascender a 50.000 millones de dólares y convertirse así en el mayor y más globalizado timo de la historia.

En vísperas de que acabe el año, muchas esperanzas están puestas en que el próximo presiente de EE.UU., Barack Obama, sea capaz de devolver la confianza a Wall Street.

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