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¿Llegará la desglobalización?

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Walter Graciano es un economista argentino con post grado en Nápoles y Washington que ha paseado su vasta experiencia laboral por el Banco Central de su país, varios organismos multilaterales y firmas de consultores, así como por la cátedra, pero se le ha venido conociendo por la publicación de sus ensayos entre los que figuran “Historia de dos hiperinflaciones”, 1990; “Las siete plagas de la Argentina”, 2001; y un best seller del 2004: “Hitler ganó la guerra”.

Las palabras finales de esa obra han resultado premonitorias. Su encabezado: “La Bomba de Tiempo de Wall Street”, de las que tomo fragmentos:

“Ocurre que el sutil andamiaje del dominio que la elite contribuyó a generar y perfeccionar a través de mucho tiempo dista de ser un mecanismo inexpugnable. El mismo se basa, sobre todo, en la forma en que los negocios se realizan en Wall Street y el mundo financiero en general. Y como muchos hechos recientes lo demuestran, Wall Street está lejos, muy lejos de proporcionar sueños tranquilizadores para la elite.

“Es necesario explicar esto. El esquema de dominio se basa principalmente en poder dominar un extenso abanico de negocios (petróleo, armas, laboratorios, educación, información, banca, etc.) en una vasta gama de países del mundo. Para controlar esos negocios estratégicamente centrales, fue necesario, entre otras cosas, idear e implementar mecanismos financieros por medio de los cuales un reducido grupo de personas puede controlar la política empresarial de una gran cantidad de firmas de esos sectores. Un muy reducido grupo de personas maneja entonces esos sectores. Pero lo hace administrando el dinero de otras muchísimas –millones y millones- de personas que han invertido sus ahorros en los mercados financieros. El mecanismo ha funcionado aceptablemente bien en tanto y en cuanto los mercados han respondido favorablemente: o sea, subiendo.

“Pero el mecanismo entra en contradicción interna apenas los mercados, lejos de subir, bajan. A inicios de este milenio, el escándalo de Enron y otras tantas megaempresas bastan como una simple muestra de cómo el control puede escapar fácilmente de las manos de los pocos que lo detentan. Ocurre que cuando los mercados bajan muchas empresas que no fueron manejadas de manera pulcra ven cortado su acceso a más endeudamiento, al mismo tiempo que les resulta poco menos que imposible hacerse de más capital mediante colocación de acciones en los mercados. Cuando ese momento llega ya no hay margen de acción para administrar las empresas, y por lo tanto el poder, a piacere…

“Aún cuando al momento de escribir esto, en septiembre de 2003, todavía no han acontecido episodios de una gravedad que puedan hacer pronosticar un final cierto para los mecanismos globalizadores que han esclavizado a una enorme cantidad de personas en una vasta cantidad de países, algunos episodios pronostican, desde hace algunos años, que se avecinan problemas poco menos que insolubles para la elite.

“Y no sólo el escándalo de Enron, que motivó la sorprendente ley Sarbanes-Oxley, tras la cual los directores de empresas deben jurar que los balances de las mismas son correctos. Un balance es un balance. ¿Por qué hay que creer en juramentos, si no se puede creer en un balance? Con mecanismos artificiales como éstos se logró en 2002 evitar una crisis bursátil en Wall Street de proporciones como hace más de medio siglo no se veía. Pero los espejismos, y menos cuando se trata de dinero, no duran para siempre.

“No es difícil imaginar entonces, a raíz de los problemas económicos y financieros que se van acumulando a ritmo cada vez más veloz, el comienzo de la era de la desglobalización. Probablemente se trate de un mundo en el que, al empuje de las recesiones económicas, los países intenten exportar unos a otros, renazcan barreras comerciales, regulaciones y controles al movimiento de divisas y capitales. Como se ve, algo bastante alejado del Nuevo Orden Mundial deseado por la elite. Obviamente, a ese punto no se llega por un camino de éxitos económicos sino de fracasos. Por necesidad pura. Pero ello ha sido motivado por el persistente error –tremendo error- de persistir en la senda de la globalización, cuando hace años ya ha comenzado a brindar amargos frutos de empobrecimiento general, desempleo y excesos empresariales y financieros de todo tipo.

“Si seguimos esta línea de pensamiento, es fácil comprender que más tarde o más temprano, la elite ha perdido la partida. La ha perdido de antemano, paradójicamente por aplicar al exceso los mecanismos financieros aún imperantes en Wall Street…”

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