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Meditabundo: Ley de Partidos Políticos atrapada por intereses insanos

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Muestran ser politicastros alejados de voluntad correctiva, buenas intensiones por una Ley de Partidos Políticos cuyas normas generales sean destinadas a regular la organización y funcionamiento correcto de los partidos. Cada clan asido a intereses mezquinos, no los del bien común.

Bien recuerdo a Jenofonte en sus memorables con la burla fina disimulada con que Sócrates dialoga con Glaúcon, joven orgulloso inspirado en un alto concepto de la política. Sócrates le pregunta sobre las condiciones para ser un buen político. Sócrates. ¿No es caso evidente que si quieres que te aprecien debe prestar servicios a la República? Y si así es, dime: ¿Cuál es el primer servicio que tú Glaúcon, piensas hacerle? Glaúcon no sabe que contestar; ignora en qué consiste el arte del gobierno. Sócrates le demuestra. ¿Quieres por ejemplo, tratar de enriquecerla? Sí, contesta Glaúcon. El medio de conseguirlo es procurarle grandes rentas, y si así te parece, dime. ¿De dónde salen los ingresos del Estado y a cuánto ascienden? Glaúcon. Por Júpiter, jamás me es enterado de esto. Ya Sócrates está seguro de la ignorancia del aspirante a político. Sócrates le pregunta. Dinos, al menos, qué gastos tiene la ciudad. Glaúcon, tampoco lo sé. Dinos cuáles son las fuerzas de mar y tierra que disponemos, y cuáles son nuestros enemigos. No puedo contestarte Sócrates sin enterarme antes. Sócrates continúa el mismo procedimiento examinado las demás cuestiones relativas a los intereses del Estado. Y Glaúcon contestando siempre lo mismo. Hasta que Sócrates termina en esto términos de gran ironía. “Puesto que tan difícil es ocuparme en arreglar los asuntos de tantas familias al mismo tiempo ¿Por qué no aprendes la mejora de una, la de tu tío, que de sobra lo necesita? Así lo haría, contesta Glaúcon, si mi tío quisiera hacerme caso.

¡Cómo! Replica Sócrates. ¿No has podido hacerte oír de tu tío y quieres que te escuchen todos los atenienses, y tu tío entre ellos? Esta es la forma con que comúnmente termina Sócrates. “El que aspira a regir una colectividad ha de estar dispuesto a servirla; no es posible servirle sin conocer sus necesidades y sus medios. Glaúcon confiesa que lo ignora. Luego Glaúcon no puede servirla y, en consecuencia no puede ser un buen político.

Amable lector. Solo no olvidar al gran maestro político educador de la política dominicana profesor Juan Bosch: “Dominicanos vamos al poder para servir al pueblo, no para servirnos del pueblo”. El sistema socrático y la doctrina boschista preguntarían. ¿Qué nos enseña el juicio Odebrecht-Soborno y los intereses de grupos que no permiten la creación de la ley de los partidos políticos? Consérvense bueno.

El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana

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