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Meditabundo: Tertulia imaginaria con los amables lectores. De todo un poco

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Perdonen yo hablo, ustedes escuchan, como Pitágoras y sus discípulos.
Los 89 veranos siempre desean conversar con ustedes, por favor nada de pensar la idea de que ustedes cambien, eso es cosa de tarado, aún las neuronas respetan, si decirles que los amamos buscando, deseando vuestro bienestar, paz. Gandhi nos sigue diciendo: “Tú y yo somos más que una sola cosa. No puedo hacerte el mal sin herirme”.

Miramos con pesar la fuerza devastadora de la corrupción aumentando el hambre de los abusados. No comprenden que con la corrupción se pierde todo. Con la honestidad se gana todo.

Los millonarios aumentan cada cuatro años, los pobres se multiplican. Los primeros crean la violencia, los abusados no resisten el acoso, ni callan, se expresan con la fuerza del hambre. Lee amigo chino me dijo en Taiwán. “El árbol quiere la paz, pero, el viento no se la concede”.

El desorden, violencia, atracos, asesinatos, indican la desproporción de las clases sociales, es un caos, la paz y seguridad se perdieron. Decimos padre ayúdanos y no ejercemos la justicia con nuestros hermanos, ellos son hijos del único padre. Buscando el bienestar, lo maltratan.

Todos los males dicen que el Infierno existe porque no hay amor. Nuestra bisabuela nos decía cuando disfrutaba sus 114 veranos que su felicidad comenzó en Higüey cuando sus padres la enseñaron a sembrar la semilla del amor.

En Cannes, Francia 1953, observamos, los millonarios mandaban siempre en busca de algo, iban allí a disfrutar el verano. Yo nada tenía, nada necesitaba, los libros bastaban.

Hoy conozco mis límites, los gozos, son medallas de largas singladuras, soy más feliz. Leo, leo, buscando que aprender y me encuentro con el necio que soy, me río. Como estoy oxidándome, olvidando un Cristo en Cruz cuelga de mi cuello, así me permiten las neuronas no olvidar de su amor que entrego a todos.

Al nacer traje la vida, mis padres me enseñaron el amor y la obediencia. Con los chicos aprendí a reír, continúa la risa con el cabello juguetón cambiando de negro a cenizo. Sigo riendo, la vida es una fiesta.

Conocí la vida navegando, contemplaba a Dios en el orto, meridiana, ocaso, cielo estrellado. Allí estaba su mano amorosa guiándonos. Era más que felíz, sabía donde estaba. Mi maestro capitán John Percival me veía tan risueño y me dijo. “El corazón enfermo tira piedras y sano las recoge. Por eso sonríes”.

Estuve en Cedimat. El doctor Pedro Ureña me limpió tres arterias. Las enfermeras amables, cuidadosa, el médico se acerca con afecto, afable, une su amor y ciencia. Es un Lucas, médico de cuerpos y almas. Así viví al doctor Pedro Ureña y continúo dejándome ver de su cuido…

Durante el servicio naval (34 veranos) conocí tres comandantes. El del lago que guardaba y no daba. El del río que da y no guarda y el mar que crea, retiene y da.
En la calle cuando veo al político corrupto, en silencio digo: detengan al amo del erario, el aire está viciado, quiero alejarme, tiene un ladrón en su interior. Al político honesto, le pido a Dios lo proteja y anime a seguir su rumbo de amor patrio.

Los reveses me hicieron conocer, aprendí a contemplar y hablar en silencio. Muchos nos guardan silencio, circulan ruidosos, son intereses perversos. La edad de la aceptación enseña que no hay coincidencia. Vivo Dios presencia. Esa es mi fiesta.

Con el sacerdote S.J. Javier Colino disfrutando durante siete años el partido de tenis me explicó, enseñó que la moral es el arte de vivir. Con este ilustre evangelizador comprendí, asimilé que el hombre necesita la fuerza de Dios que actúa entre nosotros, en nuestros sentimientos y conducta. Esa fuerza se llama GRACIAS. Por hoy nos quedamos con el querido sacerdote como invitado. Repito su nombre en alegría. S.J. Javier Colino y su moral el arte de vivir.

El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana

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