Responsabilidad extrema y liderazgo

Homero Luis Lajara Solá, vicealmirante (r) de la Armada Dominicana

“Cada fracaso enseña al hombre algo que necesitaba aprender”

Charles Dickens

En un mundo marcado por la volatilidad, la ambigüedad y la constante presión por resultados, el liderazgo auténtico se ha convertido en una necesidad más que en un lujo.

En este contexto, el libro: “Responsabilidad extrema. Cómo los Navy Seals de EE. UU. lideran y vencen”, de Jocko Willink y Leif Babin, se erige como una obra esencial para quienes ejercen roles de mando, ya sea en el campo militar, empresarial o institucional.

Su propuesta es una teoría de liderazgo y una filosofía de vida: la responsabilidad no se delega; se asume.
Los autores, veteranos de guerra y oficiales de operaciones especiales, trasladan las duras lecciones del campo de batalla a escenarios corporativos y estratégicos.

Exponen que en situaciones complejas —donde el caos y la incertidumbre son norma— solo los líderes capaces de asumir responsabilidad completa por su equipo, sus decisiones y sus resultados, logran sostener el orden, la eficacia y la cohesión.

Uno de los conceptos medulares es el de unidad de mando. Ninguna operación, ya sea militar o administrativa, puede prosperar cuando hay múltiples voces contradictorias que desorientan al personal.

Un líder debe trazar un rumbo claro, comprensible y realista, y garantizar que todos lo entiendan y lo sigan. Esta lección, tomada de misiones en Ramadi, Irak, se aplica en instituciones que requieren dirección firme en medio de crisis operativas o morales.
Otro principio fundamental es la disciplina como motor de la libertad táctica. La disciplina permite a los equipos operar con mayor flexibilidad porque los estándares están internalizados.

Cuando cada miembro entiende su papel y confía en los protocolos, se crea un entorno donde es posible improvisar con efectividad sin romper la cadena de mando.

Esta lógica puede ser extrapolada a la gestión pública o a la conducción de proyectos sensibles de seguridad nacional: cuanto más disciplinado el sistema, más resiliente frente a lo imprevisto.

Willink y Babin valoran la humildad del mando. Un líder no puede guiar eficazmente si cree que lo sabe todo. La arrogancia intelectual y operativa ha causado más derrotas que la falta de recursos.

Por ello, quien lidera debe estar dispuesto a aprender de sus subordinados, a reconocer errores, y a corregir el rumbo sin temor a perder autoridad. Esta humildad estratégica no debilita el mando; lo legitima.

La obra subraya, además, el principio de “priorizar y ejecutar”, vital en escenarios con múltiples amenazas simultáneas. Un líder no puede enfrentarlo todo a la vez. Debe identificar según el orden de prioridades y actuar con rapidez y decisión.

Esta capacidad de jerarquizar acciones es clave para prevenir la parálisis táctica, tan común en estructuras institucionales saturadas de burocracia o en crisis de reputación.

En última instancia, Responsabilidad extrema, es un llamado a la integridad. Enseña que el liderazgo se mide por la capacidad de cargar con el peso de las decisiones —propias y ajenas— sin rehuir las consecuencias. Implica mirar el fracaso como parte del proceso de mejora continua.

Para quienes han comandado unidades navales, dirigido instituciones o tenido bajo su tutela la seguridad y el bienestar de otros, este libro resuena como una verdad ineludible: el liderazgo real comienza cuando se elimina la excusa.
En cada error hay una lección. En cada obstáculo, una oportunidad. Pero solo si hay alguien dispuesto a decir: “Fue mi responsabilidad y lo resolveré”.

Por todo ello, esta obra no es solo lectura recomendada; es formación continua. Un manual de combate moral para líderes que no se esconden detrás del cargo, sino que lo honran con acciones.

 

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