Por: José Miguel Gómez
El aumento de la conflictividad ciudadana, la ruptura de familia, parejas y amigos. La irritabilidad y el estrés del transporte, más los feminicidios, los maltratos y la cultura normalizada de la violencia social habla de una sociedad patologizada que, se le dificulta alcanzar el bienestar social y la salud mental.
El trauma que deja la violencia machista en niños y adolescentes, dañando su cerebro, sus emociones y su armonía para poder convivir con otras personas y desarrollarse sanamente.
El coste que deja los accidentes de tránsito, la forma en que se desafía y se juega con la muerte en carretera, también mandan señales de una sociedad atrapada entre el cansancio, la distracción y al desequilibrio psicoemocional.
Cada vez se registran hechos de asesinatos y homicidios por conflictos sociales: un parqueo, un rose de vehículo, un insulto o un rompimiento de una relación afectiva.
Qué nombre y apellido le vamos a poner a todo esto que no sea deterioro en la salud mental.
Por otro lado, el embarazo en adolescentes, el abuso y consumo, de droga en edades más temprana, la deserción escolar, los trastornos disociales de conducta en jóvenes sin proyecto de vida que viven y están expuestos a entrar en los indicadores de alto riesgo psicológico o, padecer trastornos de personalidad y de patología dual en los próximos años.
La salud mental va más allá de la atención a la locura, a la vieja estigma de las enfermedades mentales a las que negamos, le tememos y despreciamos, debido a la vergüenza y el miedo que representan.
En todo el mundo, los trastornos mentales, las adicciones, los desequilibrios psicoemocionales, laborales y sociales se han triplicado, así lo refieren las estadísticas de los organismos internacionales. El consumo de pornografía, estimulantes, ansiolíticos, drogas y gratificaciones de todo tipo buscando refugios y escapando de la soledad o del aburrimiento de una vida de pobre sentido y sin propósito, llevando al suicidio a jóvenes y adultos.
Es urgente priorizar la salud mental. La depresión, los trastornos bipolares, las adicciones, el suicidio, la violencia, los homicidios, las familias rotas y disfuncionales, el estrés y los trastornos adaptativos, son las demandas que ocupan las consultas de psiquiatra y psicólogos de formas generaliza.
Aunque no se pueda cuantificar y estandarizar, sabemos que la infelicidad, la insatisfacción y la falta de logro de bienestar social y de espiritualidad, en las sociedades del consumo, de las distracciones y del cansancio, han impactado en la ruptura psicoemocional de las personas, las familias y de los grupos sociales.
A la economía le interesan los números, el consumo, el crecimiento, el desarrollo y la visibilidad material del confort como indicadores de bienestar social.
Sin embargo, la felicidad, la espiritualidad, el voluntariado, el altruismo, la solidaridad, la empatía y la afectividad son parte esenciales de la salud mental.
El compromiso de priorizar la salud mental es de todos: Estado, sector privado, universidad, iglesias, sociedad civil, medios de comunicación, instituciones armadas, etc. La sensibilidad, la empatía y la compasión con las personas que padecen o son vulnerables a los trastornos mentales, son la vía para buscar soluciones, diagnóstico temprano y tratamientos oportunos.
Resumiendo, hay que cuidar y priorizar la salud mental, como una misión estratégica para lograr el bienestar social, la resiliencia y la felicidad. El autor es psiquiatra. Tomado de hoy.com.do