1ra. reflexión del 2025.-

Si algo he aprendido en mis tres cuartos de siglo de vida y en mis más de medio siglo de trabajo profesional, es a ¡aprender!

Y propio es que, a inicios de año, sobre todo cuando has vivido tanto, hagamos más y mejores propósitos de vida para nuestro beneficio y para el de nuestro país. En consecuencia, aquí va una síntesis de mis primeros pensamientos a más de 2,000 millas de distancia del par patrio.

¿En qué pensar, en nosotros o en qué?
Pienso que después de haber vivido tanto y de acuñar algunas satisfacciones, debemos pensar en el país que tenemos. Un país que a pesar de que cometemos una y otra y otra vez, casi los mismos errores, nos sigue bendiciendo con su abundancia y con su tolerancia ante nuestras acciones.

Y los números están ahí para demostrárnoslo.
Somos un país de 48,000 km cuadrados que produce alimentos para 11,000,000 de dominicanos. Que produce para exportar para el vecino país, digamos que la mitad de lo que allí se consume, lo que sumaría unos 5,000,000 de personas más, y si a eso le sumamos los 11,000,000 de turistas que en realidad son visitantes que llegaron el 2024, llegaremos a la impresionante cifra de 27,000,000 de personas que alimentamos con más del 85% de lo que comen y más del 80% de los medicamentos que requieren; lo que nos hace únicos en la región y referencia en el continente.

Y esto, fruto de la tenacidad del ciudadano y en cierta manera de las autoridades que nos han dirigido en este llamado ciclo democrático de nuestra historia.

Ahora, ¿qué debemos de esperar del futuro que se avecina y de quienes nos dirigen? Pues no hay que ser muy inteligente para ver que la humanidad está inmersa en una vorágine de conflictos que amenazan constantemente la estabilidad de todos y que, como país, todavía en etapa de predesarrollo, depende medularmente de lo que pasa en el resto del globo.

Ahí es poco lo que podemos hacer, mas que sortear con cabeza fría estos conflictos. Donde pudieran residir nuestras mejores oportunidades es en el aspecto interno como nación y como sociedad.

Somos un país donde cada día, rompiendo el esquema que la economía venía imponiendo, el Estado crece de manera exponencial e irracional en muchos aspectos. Mientras se advierte una contracción de la riqueza cada vez mayor hacia unos pocos conglomerados o grupos empresariales. Por lo que uno se pregunta, ¿de qué sirve el crecimiento del PIB si no llega a la mesa de los ciudadanos?

De un sistema de salud cuestionado por el sector que debería de garantizarlo junto a las autoridades. De un sistema educativo que, aun teniendo los recursos asignados, no cumple metas visibles y aceptables en nuestro beneficio.

Y no voy a tocar el tema de la seguridad ciudadana ni de la inmigración descontrolada que padecemos y que tanto se ha hablado de que estaría controlada.

Sé que estas reflexiones pondrían a más de uno a pensar que estoy en contra del gobierno, pero, todo lo contrario, pienso y digo que del hipotético fracaso de la gestión del presidente Abinader, a quien le reconozco calidades; no beneficia a nadie. Y falta un buen trecho de ese nuevo ciclo de 4 años que recién se ha iniciado para cumplir promesas hechas reiteradamente en campaña.

Pero es que, con 5 años de gestión, el gobierno ya no es nuevo ni debe apelar a tiempo indefinidamente para que se vean correcciones a los problemas que históricamente nos han agobiado y cuyas soluciones fueron ampliamente prometidas bajo el nombre del “Cambio”.

Problemas como el eléctrico, el tráfico y los problemas de las aguas residuales, que son unos que solo recordamos cuando se acrecientan y que las autoridades no le “meten el diente” por su complejidad y porque a corto plazo no generan votos ni likes.

Es ahí donde debemos de enfocarnos de manera activa y determinante o nos expondremos a poner en riesgo todo lo que con tanto esfuerzo hemos logrado en las pasadas décadas.

Latinoamérica está hoy llena de ejemplos de a lo que nos exponemos.

Es mi pensamiento / DESDE EL OTRO LADO

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