La brecha de género en todos los indicadores sigue siendo más desfavorable para ellas
En América Latina y el Caribe hay más mujeres que varones. Y viven en condiciones más desfavorables, en una mayor pobreza, están más desempleadas y precarizadas y tienen más carga en las labores del hogar y en los cuidados de personas dependientes mientras las violencias machistas, que tienen en los femicidios su máxima expresión, no cesa.
Pero también están en pie de lucha para exigir la legalización del aborto, leyes en favor de la paridad en los tres poderes del Estado, contra el acoso sexual, programas de jubilación para amas de casa, cupos laborales travesti-trans y la defensa y protección de los territorios, entre muchas otras demandas.
Los reclamos, que en algunos casos incluirán jornadas de paro nacional de mujeres, son compartidos aunque en cada país adquieren su propia faceta acorde con el contexto político, económico y social; por los avances y retrocesos registrados y por la receptividad o resistencia de los gobiernos a la agenda feminista.
En los últimos años, la capacidad de organización de las mujeres se ha fortalecido. Así lo demostrarán en las marchas multitudinarias que llevarán a cabo en cientos de ciudades latinoamericanas y caribeñas para denunciar la desigualdad, exigir derechos e impulsar la revolución feminista que recorre al mundo.
Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Carible (Cepal), en la región hay alrededor de 665 millones de habitantes, de los cuales 338 millones son mujeres. Superan en 11 millones a la población masculina.
Sin embargo, tienen una menor inserción en el trabajo formal. La tasa de participación laboral de las mujeres es de un 46 % frente al 69 % de los hombres. Es decir que trabaja menos de la mitad de las mujeres que están en condiciones de hacerlo.
Uno de los principales motivos es que deben quedarse en casa para cuidar a niños y personas mayores. De ahí el lema: «No es amor: es trabajo no pago».
Pandemia
La crisis sanitaria de los últimos dos años ha tenido un particular componente de género.
El resultado es que alrededor de 118 millones de mujeres latinoamericanas se encuentran en situación de pobreza. Son 23 millones más que las que había en 2019.
Ello, a pesar de que, de acuerdo con reportes de la Cepal, forman parte crucial de la primera línea de respuesta a la pandemia, ya que el 73 % de las personas empleadas en el sector de la salud son mujeres que han debido enfrentar una serie de condiciones de trabajo extremas, como extensas jornadas laborales y, por supuesto, el mayor riego de contagiarse. Además, son contratadas en los puestos de menor calificación e ingresos.
A esto se le suma la persistencia de la discriminación salarial, ya que las mujeres que trabajan en la salud ganan hasta un 40 % menos que los hombres aunque realicen las mismas tareas y tengan igual o mayor capacitación.
Lo mismo ocurre en la educación, ya que el 69 % de las personas docentes son mujeres y tuvieron que adaptarse a modalidades no presenciales que les exigieron una mayor carga de trabajo. Una de cada tres ni siquiera cotiza ni está afiliada a la seguridad social.
Otro rubro altamente afectado por la pandemia es el trabajo doméstico remunerado, que se caracteriza por una alta precarización, informalidad y por la imposibilidad de ser realizado de forma remota. Y que en un 92% es realizado por mujeres, de las cuales, tres de cada cuatro no cuentan con ningún tipo de cobertura social.
En 2019, este sector empleaba a 13 millones de mujeres (el 11,1 % de las ocupadas en la región). Pero en el segundo trimestre de 2020 los niveles de ocupación cayeron prácticamente a la mitad en Chile, Colombia y Costa Rica; un 33 % en México y un 25 % en Brasil. Autora: Cecilia González.-actualidad.rt.com