Tokio.- Los japoneses pueden elegir este domingo entre continuismo en política exterior o una relación menos dependiente con EEUU, pero es poco probable que su próximo líder consiga para Japón el peso que merece en la escena internacional.
El todavía gubernamental Partido Liberal Demócrata (PLD) y el opositor Partido Democrático (PD), favorito en todas las encuestas, acuden a las urnas con propuestas encontradas sobre la relación con Washington, que considera a Tokio su "piedra angular" en Asia.
De un lado, el "status quo" entre dos aliados fuertes, que los críticos creen servilismo de la segunda economía mundial, y, de otro, un alejamiento que incluiría el fin del apoyo logístico nipón a la guerra en Afganistán y la revisión del estatus de las fuerzas estadounidenses en Japón, cerca de 50.000 militares.
El líder opositor, Yukio Hatoyama, ha mantenido la línea de ligero anti-americanismo que ha caracterizado durante años al PD, aunque desde que las encuestas le dan como ganador en las elecciones del día 30 ha matizado un tanto sus discursos.
En una reciente rueda de prensa con medios extranjeros, Hatoyama dijo que su intención es reorientar las relaciones con EEUU para que Japón tenga "más iniciativa" y darle también más proyección a sus vecinos asiáticos como China y Corea del Sur.
Además de la posible cercanía del poder, Hatoyama se siente más cómodo con el actual presidente estadounidense, Barack Obama, a quien califica de "un hombre valiente" por pedir un mundo libre de armamento nuclear.
El líder opositor ha expresado su rechazo explícito a las armas nucleares, algo que considera una "misión moral" para el único país atacado con bombas atómicas, y habla de convertir en ley los tres principios no nucleares de Japón: no posesión, no producción y no circulación de armas nucleares.
El PLD, de tendencia conservadora, es más ambiguo.
Aunque la fuerza gubernamental nipona se opone públicamente a las armas atómicas, ha mantenido la necesidad de seguir bajo el paraguas nuclear estadounidense por un posible ataque y algunos miembros del PLD han sugerido una revisión de los principios no nucleares.
A ambas fuerzas los separa también su consideración hacia el pasado de Japón, resumidas en el simbólico y polémico templo Yasukuni, que honra la memoria de los soldados nipones caídos en las contiendas bélicas, entre ellos catorce criminales de guerra.
Hatoyama quiere un nuevo monumento sin significación religiosa para honrar a los caídos y ha dejado claro que no visitará Yasukuni.
Tampoco lo ha hecho Aso, pero las apariciones por el templo sintoísta de conocidos miembros del PLD, como el ex primer ministro Junichiro Koizumi, irritaron en su día a China y Corea del Sur, los más perjudicados en el siglo XX por el militarismo nipón.
Acerca de la inmigración, Hatoyama cree que es "inevitable" que Japón abra las puertas y favorece que el cerca de millón de extranjeros con estatus de residente permanente puedan votar, algo a lo que se opone el PLD.
Finalmente, otro aspecto en el que difieren es en la lucha contra el cambio climático pues mientras la fuerza gubernamental propone reducir en 2020 las emisiones de CO2 en un 15 por ciento con respecto a los niveles de 2005, el PD aboga por recortarlas un 25 por ciento frente a los niveles de 1990.
En cualquier caso, no es previsible que el futuro líder de Japón logre, al menos de inmediato, el peso internacional que merece la segunda economía mundial, uno de los países que más dinero aporta a las instituciones multilaterales pero que no es siquiera miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.
La influencia de Japón se ha visto a menudo limitada a aspectos de colaboración financiera y no ha llegado muy lejos en temas políticos o defensivos, en parte por el propio carácter retraído nipón y a que el país estuvo aislado hasta finales del siglo XIX.
Los temas de política exterior, de hecho, apenas se han tratado durante la campaña electoral nipona y asuntos como la emergencia de China, el principal rival geopolítico de Japón en Asia, han estado ausentes del debate. EFE