Después de dos avisos semejantes Michigan State, aunque Tom Izzo llegaba en 1-11 histórico contra Coach K, era la prueba del carbono 14, la noche para saber si lo que habíamos visto en los partidos anteriores había sido la suerte del campeón o el angustioso camino hacia el desastre del, a pesar de todo, favorito al título hasta el mismo instante en el que cayó eliminado. Ni unos segundos antes habría apostado nadie contra Zion, que acabó esta vez con 24 puntos, 14 rebotes y 3 tapones, 17+8+3 tras el descanso. Perdió 5 balones, sufrió contra la defensa de Xavier Tillman en la pintura y no apareció en los últimos ataques, cuando se embolicó un RJ Barrett que acabó en 21+6+6 pero con 7 pérdidas y muchos fallos en la decisiones determinantes. Finalmente, con 66-68 y 5 segundos por jugar, fue a la línea de tiros libres y le salió todo al revés: falló el primero y metió el segundo después de tirarlo a fallar. Duke, que no estaba en bonus, yo ni rascó más ataques. Se habían acabado los sucesos paranormales en un día en el que Coach K perdió claramente la batalla de pizarras con Izzo, Cam Reddish (teóricamente otro top 10 del draft) volvió a ser intrascendente, Tre Jones apenas dirigió y el pívot DeLaurier fue en la segunda parte el mejor escudero de Barrett y Zion. Casi el único.
Pero Zion fue todo lo que fue Duke después de una racha tremenda de Barrett para convertir de salida un 7-14 en un 30-21 al que siguieron más de cinco minutos sin puntos de los Blue Devils (30-34 al descanso). Tras el paso por vestuarios, Zion se empeñó en no perder: puntos, rebotes de ataque, gritos rabiosos, intimidación, puñetazos al aire, pases inteligentes… lo hizo todo, lo puso todo… y perdió. Porque Michigan State fue mejor como equipo, movido por el base Cassius Winston, que jugó un partido excepcional: 20 puntos, 10 asistencias, 4 robos. Canastas cuando hacían falta, un recital en la ejecución del pick and roll, inteligencia y liderazgo. Tremendo al frente de los Tillman (19+9), Henry y Goins, que estaba en 1/7 en triples cuando metió el que volteó el partido (66-68) a 39 segundos del final.
Nunca los cuatro partidos del Elite 8 se habían decidido por una diferencia total tan pequeña, 18 puntos. De la defensa insoportable de Texas Tech a la redención de Virginia, la determinación de Auburn y, finalmente, la precisión colectiva de Michigan State, el juicio final para la Duke de Zion Williamson, que pondrá rumbo a la NBA, como Barrett y Reddish, sin pisar una Final Four que les echará de menos… pero a la que llegan cuatro equipos con mayúsculas y con una capacidad competitiva descomunal. Vienen emociones fuertes y, después de esta tremenda victoria, o la exhibición anterior ante LSU, cuesta no dar a los Spartans de Izzo (y Magic…) tantas opciones de ser campeón como a cualquier otro. Pero eso, el final del gran baile, será el próximo fin de semana, en Minnesota.