Tal y como DominicanosHoy prometió a sus lectores, iniciamos la publicación de un ciclo de relatos de la vida y obra del Generalísimo Máximo Gómez, contados en primera persona, según texto íntegro tomado del libro Máximo Gómez, el Viejo Mambí.
¿Cómo poder olvidar, tras aquel pacto contra el cual se levantó Maceo en Baraguá, el de El Zanjón, el encuentro que sostuvo el 27 de febrero en Vista Hermosilla, Camagüey, con el general Martínez Campos?
“No cambio yo por dinero estos andrajos (…)” Allí estaban él y el general español Martínez Campos, como los dos rivales que eran, observándose en silencio. El contraste entre el uniforme del español, decorado en toisón de oro y el suyo, era marcado.
No olvida que Martínez Campos le dijo que pidiera por esa boca lo que quisiera, porque excepto la mitra del arzobispado, todo se lo podía dar y le señalaba que no era posible que fuera él a su país con aquella ropa miserable.
La respuesta fue concisa y firme; aseguró que no cambiaba por dinero sus andrajos, porque aquellos constituían su riqueza y orgullo. Sí, él era un caído, pero sabía respetar el puesto que había ocupado en la Revolución.
Y, por otra parte, añadió en aquel inolvidable diálogo, que no podía aceptar los ofrecimientos del español, porque sólo se recibía sin deshonor dinero de los parientes o amigos íntimos y entre ellos, obviamente, no había parentesco alguno, además de ser la vez primera que tenía el honor de hablarle personalmente.
Con la miseria sobre sus hombros y el corazón destrozado, El Viejo Mambí abordó el buque español Vigía, y allí, en el cañonero, la figura quijotesca pareció plasmarse en las costas cubanas. ¡Tanto
quedaba acá…!
Pero, una idea fija revoloteaba en la esperanza de volver a conquistar la libertad de este pueblo: “aún no soy todavía, un soldado fatigado”. De tal manera fijó esta frase en su ánimo. La historia se encargaría de darle razón plena.
