Ecuador.- Las explosiones de fuego del volcán ecuatoriano Tungurahua, apreciables en su magnitud sobre todo en las noches, parecen como un imán que atrae al turismo en la ciudad de Baños de Agua Santa, ubicada al pie del coloso andino.
Pese al peligro que encierra este tipo de fenómenos, los frecuentes pulsos eruptivos del Tungurahua son apreciados por «un tipo de turismo que busca estas sensaciones», aseguró Guido Calderón, un expresidente de la Asociación de Guías de Baños y empresario hotelero de la localidad.
Incluso «se puede hablar de un turismo volcánico, porque muchísima gente que no ha visitado Baños empieza a hacerlo por ver al volcán», comentó Calderón en una entrevista con Efe.
El Tungurahua ofrece hoy un espectáculo especial, al expulsar rocas incandescentes y lava, y estar coronado por una columna de ceniza de hasta tres kilómetros de altura, después de que el domingo iniciara uno de sus pulsos eruptivos periódicos desde 1999.
En esos períodos de alta actividad «se incrementa mucho el turismo de parejas jóvenes, que tienen mucha más facilidad para movilizarse que una pareja con hijos», sostuvo Calderón.
Además, se registra «un turismo de la tercera edad, que ve estos eventos con nostalgia», y hasta «un turismo científico», por la serie de expertos que acuden a Baños para estudiar el fenómeno.
Según Calderón, vulcanólogos de Colombia, Centroamérica, Estados Unidos, Alemania y Francia suelen hospedarse en Baños durante los eventos eruptivos del Tungurahua.
Estos fenómenos son «como un imán», ya que apenas un 4 por ciento de la población mundial «tiene la oportunidad de ver un volcán en erupción», aseguró el empresario.
En Baños, dijo, la oferta del «turismo volcánico» se da en «condiciones de seguridad y de excelente servicio, con guías capacitados para que la experiencia sea la mejor posible».
La capacitación ha sido fundamental en el proceso de «convivir con el volcán» desde que hace 22 años comenzara su actual período eruptivo, explicó Calderón.
En agosto de 2006 se produjo la mayor erupción, que causó la muerte de una media docena de personas y generó un éxodo masivo de campesinos hacia albergues temporales.
