Hipólito Mejía ganó las elecciones en el corazón de muchos dominicanos. No la consulta de la ignominia y de la inmoralidad del pasado día 20. Nos referimos a la consulta moral del electorado. Más de dos millones y medio de dominicanos le dieron la razón en el intenso debate sobre el presente y el futuro político y social del país.
Tanto así, que encarnó un canto casi unánime contra la corrupción, el dispendio, el abuso de poder y el fraude manifiesto. Frente a la maquinaria siniestra morada que culminó con una victoria pírrica, para dar continuidad a la dictadura morada en ciernes que lo satanizó. El ex candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano logró galvanizar el sentir de los indignados con muchísima dignidad.
Quienes conocen de cerca de Mejía saben a ciencia cierta que es un hombre público y privado, amigo leal, fiel a los principios de la ética y los valores tradicionales, sin medias verdades y con una sola cara, dedicado al trabajo, a la honestidad, a la familia, al respeto a Dios, y la ayuda al prójimo. Ellos no se sorprendieron de su opción por la paz, por el bien de la familia dominicana y la estabilidad nacional en un momento de crisis.
Sin embargo, esto no significa que haya claudicado frente al estado de cosas. Bien pudo haber dado rienda suelta al impulso de la rabia y la emoción del momento, al sentir que se ultrajó, se robó y se burló la voluntad de la mayoría y, de paso su retorno a la Presidencia. No obstante, optó por la razón, la sensatez y el equilibrio, evitando así un baño de sangre que pesaría sobre su conciencia por el resto de su vida.
Aunque la política es el arte de la guerra por otros medios, las nuevas generaciones de dominicanos, a partir del año 1965 hasta la fecha, no tienen la más mínima idea de lo que es un conflicto civil. El dolor, la sangre, la pérdida de vidas valiosas, el luto, y peor aún, la sed de venganza y el ajuste de cuentas, en una sociedad poco dada a la práctica del perdón y la reconciliación, no constituyen un buen aliciente para el alma y el espíritu, y mucho menos para el progreso espiritual y material de un pueblo.
Y es que los muchachos de ahora sólo saben de Ipod, Twetter, Ipad, Facebook, Iphone, YouTube, Wi-fi y redes sociales. Están poseídos por un cúmulo de datos que les resulta imposibles procesar. Mega saturados de información técnica, bien materialistas, pero carentes del conocimiento y la sabiduría necesarias para discernir y revalidar los principios eternos de lo ético y moralmente correcto o incorrecto, esenciales para sobrevivir a la turbulencia de los cambios y para triunfar en la parte espiritual de la vida. Del razonamiento, el intelecto y la cultura, ni hablar.
En el caso de Hipólito Mejía, que proviene del siglo pasado, su vida es su obra. La vitalidad de sus 70 años, al frente y al final de una agotadora campaña proselitista, es ejemplar y lo confirma. Se enfrentó a peledeístas y a troyanos de quinta columna dentro del PRD. En la primera batalla cedió con gallardía; la segunda, como líder indiscutible de la oposición, apenas comienza. La gobernabilidad frente a un gobierno que carece de legitimidad, está en juego y todos los actores lo saben.
Tanto es así, que los números le dan la razón. El nuevo mapa electoral deja un país dividido. Una gran parte del pueblo sin representación por cuatro años en el Senado y a un grupo de legisladores morados y reformistas apandillados, que tendrán que decidir una vez más entre sus intereses políticos partidistas, su lealtad al nuevo “compañero” en el Palacio, o servir a un mejor país, pero para todos.
Los peledeísta saben que en cifras reales el Partido de la Liberación Dominicana (PLD),va camino a la extinción. Su margen de votos se reduce cada vez más. En el 2004, obtuvo sin el voto de los aliados, un millón-771-mil-377 votos, o sea, el 49,02%. En el 2008, un millón 836,468, igual al 44.94 %; 4.08% menos que en la elección anterior.
El pasado 20 de mayo, el partido de gobierno se adjudicó un millón-711,737 votos, igual al 37.73%. Ello significa casi 12 puntos menos que en las elecciones del 2004 y una suma inferior de votos a los recibidos ese año, pese al aumento de los registrados para votar. A ello se resta los magros resultados del PLD y aliados en Estados Unidos, donde serán muchos las “botellas” despedidas en la Embajada en Washington y los múltiples consulados en ese gran país, por el trabajo tan mediocre que realizaron a favor del presidente electo.
Hipólito Mejía conoce estos números al igual que los de su partido. Su labor, dentro y fuera del PRD, apenas comienza. Pero, como la experiencia a él le sobra y no la improvisa, el nuevo líder de la oposición popular, como buen católico practicante que es, tiene muy pendiente aquella frase lapidaria: “En tiempos de las bárbaras naciones colgaban los ladrones de las cruces; y hoy, en el siglo de las luces, cuelgan del pecho de ladrones, las cruces”.
