La Habana.- La intervención de tropas francesas en Malí abre un nuevo capítulo sobre la presencia europea en África que, para entendidos, es la misma fórmula aplicada por las exmetrópolis durante siglos en las otroras colonias a fin de saquear sus riquezas naturales.
Esta nueva aventura bélica, justificada ahora por París con las llamadas «ayuda humanitaria» y «guerra contra el terrorismo», comienza ya a tener sus detractores en medio aún de la complacencia con que fue aceptada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la Unión Africana y parte de la comunidad mundial.
El propio secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, consideró de alta prioridad el tema por la «amenaza de los insurgentes armados» y saludó la decisión del mandatario galo, Francois Hollande, de enviar tropas a territorio maliense ante el avance de los insurgentes hacia el sur.
Ki-moon señaló que esa asistencia debe corresponderse con las líneas orientadas por ese órgano mundial para una vez cumplidos los objetivos militares de restablecer el orden constitucional y la legitimidad en el país norafricano.
Esta intervención refuerza la doctrina guerrerista occidental liderada por Estados Unidos en el mundo y podría ser el pretexto de las antiguas metrópolis para reiniciar la reconquista de África, cuando Europa está agobiada por la crisis económica.
Las fuentes estiman que ese país norafricano es víctima de un intento de los poderes occidentales de «intensificar su dominio de los recursos y economías» de ese continente, lleno de codiciadas riquezas naturales: oro, petróleo, diamantes y el estratégico coltán.
Si Europa logra reforzar las capacidades africanas de reconquista del norte maliense mediante la operación armada, entonces «será una realización concreta de la defensa europea», estiman fuentes del llamado Viejo Continente.
VOCES DISCORDANTES
Mientras Estados Unidos, Canadá y Europa apoyan en el plano político y con logística la intervención, que ya va por su segunda semana y podría extenderse en el tiempo, a criterio de observadores, aumentan los cuestionamientos y críticas.
Un hecho real es que la presencia en el terreno de dos mil 300 militares franceses y la posibilidad de duplicarlos en los próximos días revela que la campaña no va del todo bien o que la intención, pese a declaraciones de autoridades y funcionarios galos, difiere de las palabras.
Las dudas en aumento sobrevienen de la misma Francia, donde políticos han puesto en entredicho la operación castrense, lanzada de manera sorpresiva por Hollande, aunque de cierta manera se veía venir.
Jean-Luc Mélenchon, jefe del Frente de Izquierda, arremetió contra la decisión del gobierno al decir que «estamos allí porque no podemos permitirnos que los otros países de la región, y por lo tanto la extracción de uranio de las que dependen las centrales francesas, sean puestos en peligro».
Subrayó que Hollande tiene por propósito tutelar los intereses de París en África, en especial en Nigeria, rica en uranio.
Mélenchon defendió el «derecho de conocer la verdad» para una guerra que cuesta dos millones de euros por día en período de austeridad, aseveró el también excandidato al Palacio del Elíseo.
De la misma manera cuestionó que se haya ordenado la intervención sin consultar antes al Gobierno y al Parlamento, en una decisión que, opinó, «tiene muchos puntos oscuros».
El ex primer ministro conservador Alain Juppé, de la Unión por un Movimiento Popular, dijo tener la impresión de que Francia no podrá cumplir con la tarea de intervención sola.
«Querría que la posición francesa fuese esclarecida», dijo Juppé, ya que «tengo la impresión de que hoy está empeñada en una reconquista general del territorio».
Otra voz discordante provino de Noûl Mamÿre, del partido Europa Ecología los Verdes, quien observó que la operación Serval (así llamada por Francia) es una maniobra neocolonialista.
Los principales cuestionamientos en el país galo están referidos a la falta de preparación de la operación militar, la posibilidad del estancamiento en un conflicto de larga duración o la violación de lo acordado al principio por el Consejo de Seguridad.
Para el analista Juan Luis González, los intereses geopolíticos de las antiguas metrópolis de África son la principal razón de la llegada de tropas francesas a Malí, secundada por España, Alemania, Bélgica, Italia, Reino Unido y otros estados europeos.
Significó que el verdadero objetivo de la presencia francesa en el Estado norafricano en su lucha contra los islámicos es controlar los recursos allí, lo cual calificó de «cortina de humo».
Hay un montón de minerales por explotar en suelo maliense, afirmó.
El embajador de Angola en Etiopía y la Unión Africana, Arcanjo do Nascimento, por su parte, señaló que la fragilidad de las instituciones en los Estados africanos constituye la base de numerosos conflictos en el continente.
Las causas que provocan esos problemas se encuentran también en la polarización social e injerencias foráneas en asuntos internos de esos países, subrayó, y exhortó a la búsqueda de soluciones africanas a estas problemáticas.
Fuerzas progresistas y nacionalistas, entre ellas la Coordinación de Organizaciones Patrióticas de Malí, se opusieron a la intervención, y el Partido Argelino para la Democracia y el Socialismo consideró que la intromisión de un contingente foráneo armado puede operar como nebulosa que beneficia a potencias colonialistas, en tanto hace pelear a los africanos entre sí.
¿AYUDA HUMANITARIA O RECONQUISTA DE ÁFRICA?
Una mirada a los enormes recursos minerales y energéticos existentes en ese país norafricano bastaría para desenmascarar los verdaderos móviles de Francia y sus aliados en la intervención armada.
El Estado africano es el tercer mayor productor de oro del continente con ocho minas en explotación y famoso por ese recurso mineral desde la época del gran imperio, apuntan los investigadores de Global Research.
Además, dispone de uranio, indispensable para mantener en funcionamiento las centrales nucleares, y recientemente fueron descubiertos nuevos yacimientos de ese recurso en varias provincias, en particular las norteñas Gao y Kidal, ocupadas por los islamistas desde mayo de 2012.
Malí también puede convertirse en suministrador de petróleo y gas hacia Europa, y cuenta con probadas fuentes de diamantes, hierro, bauxita y manganeso (estos últimos aún sin explotar), cobre, yeso, mármol y otros minerales, según la referida fuente.
La intervención militar francesa en Malí pone en peligro, además, las enormes riquezas patrimoniales en la provincia de Tumbuctú, también en el norte, inscrita desde 1988 en la lista del Patrimonio Histórico de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Asentada en el desierto y rodeada de leyendas, esta urbe fue fundada entre los siglos XI y XII por tribus nómadas beréberes o tuareg procedentes del norte, alberga importantes valores culturales, y llegó a ser un importante centro de comercio y próspera ciudad en el siglo XVI, calificado como su etapa de oro.
La destrucción por extremistas islámicos de algunos monumentos y santuarios que consideraron ofensivos para su religión generó una ola de condena internacional y fue aprovechada por Francia para dejar entrever sus pretensiones, materializadas ahora con la intervención en curso.
*Jefe de la redacción Africa y Medio Oriente de Prensa Latina.
