El pasado 21 de este mes de febrero en curso, mientras el calendario litúrgico de la Iglesia Católica nos mostraba, en la primera lectura, la Carta del Apóstol Santiago en uno de los pasajes bíblicos más hermosos y edificantes, el llamado a hacer las obras requeridas para sustentar nuestra fe; ese mismo día, la agenda de la Comisión de Efemérides Patria, había escogido enaltecer la Bandera Nacional dentro de las celebraciones del Mes de la Patria.
La Carta del Apóstol Santiago nos dice: “¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar?
Como cada día leí el evangelio muy temprano en la mañana; no obstante, estuve atenta a los actos programados para rendir honor a nuestro Lienzo Patrio, y me llamó poderosamente la atención que este año la celebración oficial estuvo muy limitada, aunque no por eso dejó de ser significativa. Atrás quedó la tradicional participación masiva de estudiantes, el presidente de turno, funcionarios públicos y escenificaciones de momentos históricos en el mismo escenario que durante años había sido el Parque Independencia.
Los actos para rendir y mostrar al mundo el inmenso respeto y orgullo que sentimos por nuestra Bandera, el mismo día en que el Apóstol Santiago nos llama a hacer obras para que demostremos nuestra fe; me llevó a pensar sobre qué hemos hecho los dominicanos desde mucho antes, mucho antes de que se emitiera el Decreto 36-97 del 25 de Enero del 1997, que determinaba celebrar por todo lo alto el Mes de la Patria, para rescatar y promover los símbolos patrios, y para honrar a nuestros próceres que nos legaron nuestra nacionalidad.
¿Cuál ha sido la obra de los dominicanos? ¿Qué hemos hecho por la permanencia de la República Dominicana?. El Apóstol Santiago nos lo dice: vivimos alborotados diciendo que somos dominicanos; vivimos hablando de que nos independizamos el 27 de Febrero de 1844; nos vanagloriamos diciendo que somos libres, soberanos y que tenemos Patria. Pero ¿Cómo la defendemos?, ¿Cómo defendemos la obra de nuestros patricios, su legado, sus vidas que la dieron en pos de nuestra libertad?.
Ah!, sí, los titulares de las instituciones del Estado, así como funcionarios públicos, maestros, alumnos, políticos y todo el que lo desee, llegan elegantes, perfumados, bien peinados y acompañados de banderas distintivas hasta el Altar donde descansan los restos de quienes fraguaron nuestra independencia a hablar bonito, a pronunciar discursos por igual inertes.
Año tras año, día tras día, durante el Mes de la Patria, se repiten las mismas tonterías allí que bien pudieran ser escritas en un libro o unos cuantos. Muchos escogen el preciado lugar para ofrecer informaciones sobre actividades de las respectivas funciones que desempeñan y se las presentan con lujo de detalles a quienes les acompañan. Junto a coronas hermosas y olorosas de las flores más llamativas y encantadoras, cada quien, va hasta las cenizas de los patricios, a “cumplir” con el deber de un decreto presidencial, solo eso.
¿Qué hacemos los dominicanos para continuar la obra de los patricios?.Una mirada atrás nos asegura que muy poco. Lo que demuestra que aunque decimos que nos llamamos dominicanos, hemos hecho muy poco por la permanencia de nuestro suelo soberano, por nuestra libertad y nuestra raza; en cambio, nos apersonamos ante el Altar fecundo y a la vez inerte, a rendir honor a quienes sí verdaderamente hicieron y dieron hasta su vida y se comprometieron con sus futuras generaciones al dejarnos su gran obra; ellos demostraron que la fe que profesaron cuando crearon la Sociedad Secreta La Trinitaria requería del glorioso 27 de Febrero de 1844.
Si revisamos un poco atrás, exactamente, cuando los llamados sacerdotes Cristopher Hartles y Pierre Ruquoy comenzaron con su cancionero de denunciar supuestas violaciones a los derechos humanos en los bateyes diseminados en todo el país, y que aún dicen, se les da a los haitianos que se dedican al corte de la caña en la República Dominicana, ya era previsible el interés marcado de ambos: dañarnos e ir acomodando las cosas.
Mientras paralelamente el pueblo dominicano recibía las insolentes denuncias de esos farsantes escudados en su labor cristiana; por otro lado, la haitiana Solenne Pierre, mejor conocida como Sonia Pierre, era más incipiente en sus denuncias, lo que evidenciaba que se gestaba una estocada al pueblo dominicano. Esta mujer, que dejó este mundo a destiempo, a la cual deseo que Dios le haya perdonado sus pecados y la tenga en un buen lugar en su reino, fue muy valiente y valerosa de la causa de defensa de los suyos, me permito confesarlo; en tanto, ella hablaba y denunciaba mentiras ante la cara de todos, los buenos y verdaderos dominicanos se quedaban callados y nadie decía ni hacía nada para enfrentarla con valentía y coraje.
Aunque ella se dedicaba constantemente a reírse en nuestros rostros por supuestos atropellos a sus paisanos, aquí, los que se dicen llamar dominicanos, y que muchas veces han ido hasta las cenizas de los patricios, durante el Mes de la Patria, no respondían con gallardía tales afrentas. Aún recuerdo cuando la fundación Kennedy felicitaba a la Pierre y le entregaba homenajes y reconocimientos en premio por sus constantes mentiras de maltratos a los haitianos en la República Dominicana.
¿Hemos hecho la obra de defensa de nuestra Patria?, sencillamente no. Una parte importante de la población dominicana se ha dedicado en los últimos 20 años en “buscarse lo suyo, descuidando lo suyo”.
Es así como lo veo, mientras los partidos políticos se abultaron de seguidores que se refugiaron en ellos como medio para “buscársela”, la patria iba quedando huérfana de hombres y mujeres que sirvieran de escudos de defensa. En otro aspecto, más desolador y triste, mirábamos y aún vemos, cómo en los negocios ilícitos nuestros jóvenes corrían y corren apresurados, en busca de riquezas fáciles, quedando abierta la brecha de los actos delincuenciales y la violencia que cada día nos azota.
Es así como hemos visto que hombres y mujeres de distintas edades hicieron todo lo posible para salir del país a “buscársela”, y nadie se detenía a ver que la patria se iba quedando huérfana. Hoy, la gran mayoría de esos que se fueron a “buscársela”, son traídos al país bajo el manto de ex combitos, ex presidiarios, ex de todo, y aún con ellos aquí, la patria está huérfana.
¿Dónde está lo que hemos hecho para seguir siendo dominicanos?, el Apóstol Santiago nos lo trae en su Carta: “el hombre queda justificado por las obras”. ¿Nos quedó justificado Abrahán, al ofrecer a su hijo Isaac en el Altar?
En momentos en que nos convertíamos en un Nuevayork Chiquito, la Patria Grande quedaba huérfana. Mientras nos debatíamos en asuntos estériles, la patria quedaba huérfana. ¿Y dónde radica nuestra orfandad?, a quién ó a quiénes se la habíamos dejado sin saberlo y sin proponérnoslo; no hay que ir muy lejos, están por doquier, en todos los rincones, y hoy lucen vestimentas con la inscripción: “Tomando Nuestro Territorio”, y nadie hace nada, solo dicen, sin obras, sin producir un hecho de defensa.
Sencillamente, la Patria ha quedado sin hombres que se dirijan a despojar a esa gente de tal provocación, y demostrarme que estoy equivocada; que aún la República Dominicana cuenta con hombres y mujeres con rebosante patriotismo; con coraje, con decisión; que vengan a hacer la obra y demuestren su fe en la República Dominicana y su futuro como nación.
