Dominga García Fortunato es madre soltera, se levanta a las 6:00 de la mañana a hacerle desayuno a sus hijos y rápidamente se prepara para llegar a tiempo a su primera jornada de clases en la escuela Matías Ramón Mella, ubicada a varias cuadras de su casa, donde trabaja como maestra de Lengua Española en cinco cursos, cada uno con más de 50 estudiantes.
A las 12:15 regresa a su casa, almuerza con sus tres hijos adolescentes, se da un buen baño y vuelve al plantel, pero esta vez como directora de la tanda vespertina, en la que dirige a 13 profesores y 717 adultos, divididos en diferentes grupos.
García Fortunato es una luchadora incansable, entusiasta, con un gran sentido de responsabilidad y maestra de vocación. Pese a que carece de toda comodidad y vive en una casita alquilada, a medio construir, siempre tiene una sonrisa en su rostro y palabras de aliento para animar a cualquier mortal.
Narra que es la única que genera dinero en la casa, el cual nunca es suficiente, ya que por los dos trabajos devenga un sueldo de RD$41,000, pero le descuentan RD$15 mil de un préstamo que recibió de la Cooperativa Nacional de Servicios Múltiples de los Maestros (Coopnama), más RD$5 mil pesos de alquiler y los demás se le van en comida.
Explica que tiene tres meses trabajando gratis como directora, ya que el salario citado corresponde a que anteriormente cubría las tandas de mañana y tarde como profesora; sin embargo, tras pasar a dirigir el turno de educación para adultos el Ministerio debió cambiarle la tarjeta de cobro, a fin de recibir un aumento sustancial por la labor que realiza.
“Aunque me hace falta ese dinerito extra, voy feliz a ofrecer mis servicios, porque yo nací para ser maestra y la satisfacción que recibo cuando un alumno o tutor se voltea a darme las gracias, es algo que me llena”, cuenta García Fortunato.
-Maestra, ¿pero cómo sobrevive con tan poco dinero?
“Cuando se trabaja con amor las cosas fluyen, elaboré unos cursos especiales para enseñar a los estudiantes a tener unas letras bellas y legibles, también creé varios niveles de caligrafía y por eso obtengo algo de dinero.
“He aprendido a vivir con lo que tengo, aun no he comprado muebles para la casa, pero de nada me sirve endeudarme solo para aparentar y después estar volviéndome loca; no, mejor poco a poco, y cuando pueda lo hago”.
Dominga García Fortunato no solo se conforma con ir al aula y cumplir con su programa de clases, como lo haría cualquier profesor. Ella disfruta enseñarles a los estudiantes a hablar en público, pues también es locutora y se desempeña como maestra de ceremonia del plantel.
“Quiero que aprendan todo lo que sé. Les hablo de superación personal, les animo a atreverse y lograr sus sueños, mis clases son muy variadas, trato de que me vean como una persona en quien puedan confiar, no una simple educadora”.
-¿Es difícil ser maestra?
“Si te gusta y te das cuenta de que es tu vocación, es la mejor profesión que puedas tener; pero de lo contario, lo encontrarás aburrido y estarás pendiente al reloj para salir corriendo de una cantidad de estudiantes que a veces son incontrolables. El profesor es uno de los profesionales que se lleva la mitad de su trabajo para la casa, porque tiene que corregir exámenes y elaborar proyectos.
“Para mi es lo mejor, porque es mi vocación. Mi inspiración fue mi madrina, viví un tiempo con ella y le observaba como hacía su labor con tanto amor y sentido humano. Decía un día sería así y trato de serlo”.
-¿Cuál es su mayor anhelo para este día del Maestro?
“Mi sueño es que cada pedagogo tenga su vivienda propia, cómoda y un salario digno, para que pueda ir a dar sus clases sin ninguna preocupación. Me gustaría que el Gobierno construya un proyecto residencial, donde los profesores puedan adquirir una vivienda y pagarla en varios años”.
Realidades
Este 30 de junio, Día del Maestro, encuentra otra vez a los profesionales del magisterio en condiciones lamentables, devengando sueldos de miseria y viviendo en circunstancia deplorables.
En ese sentido, la expresidenta de la Asociación Dominicana de profesores y secretaria general del (ADP), María Teresa Cabrera, considera que es difícil que los educadores revolucionen la educación ganando un sueldo mínimo que no alcanza para la canasta familiar.
Cabrera entiende que no es posible tener acceso a todos los medios necesarios para el desarrollo de esa profesión, cuando el dinero que cobran no les alcanza ni para cubrir el 30% de sus necesidades básicas.
Concluye que para elevar la calidad de la educación hay que resolver tres puntos esenciales: la dignificación en el ejercicio docente (salario), y una revolución en la política de preparación de los maestros y por supuesto la inclusión de niños y niñas en el derecho a la formación.
