Existe la idea errónea de que beber agua fría con cierta frecuencia, especialmente después de comer, propicia la aparición de enfermedades graves como el cáncer. Esta idea se debe a la mera especulación de que al tomar agua fría tras la comida, ésta solidifica las grasas ingeridas, retrasando la digestión. Mucha gente cree que este proceso da origen a una serie de reacciones en estómago e intestino, que desembocan en la aparición de células cancerígenas.
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