Ajustada victoria de Rousseff augura una era de más división en Brasil

El momento decisivo en la campaña por la reelección de la presidenta Dilma Rousseff se dio en la noche del 1 de septiembre, luego de un desastroso debate en el que confesó al público estar «nerviosa» y se trancó con varias palabras.
 
Una encuesta divulgada ese día mostró que perdería por 10 puntos porcentuales en una segunda vuelta con la ambientalista Marina Silva, cuando faltaba casi un mes para las elecciones.
 
La campaña de la presidenta tomó una decisión: lanzar una serie de anuncios televisivos y otros ataques contra Silva, acusándola de querer quitar los programas sociales, entre otros, del tipo que Brasil casi nunca había visto.
 
La táctica negativa funcionó.
 
Silva fue perdiendo apoyo y quedó en tercer lugar en la primera vuelta.
 
Por lo que el equipo de Rousseff optó por la misma táctica con el rival de la segunda vuelta, el senador Aécio Neves, y la presidenta consiguió una ajustada victoria el domingo que le dio a su Partido de los Trabajadores cuatro años más en el poder.
 
Rousseff ganó el 51,6 por ciento de los votos, contra el 48,4 por ciento de Neves. Le debe su victoria a los votantes pobres, algunos de los cuales consideraron un cambio pero al final escucharon las advertencias de la mandataria de que Neves «llevaría a Brasil de nuevo al pasado» y pondría en peligro los programas de asistencia social.
 
Sin embargo, muchos creen que las duras tácticas de Rousseff tendrán un costo.

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