Se esperaba que el Sermón de las Siete Palabras le diera “duro” a la corrupción en el país en este Viernes Santo y que la Iglesia Católica alzara la voz muy fuerte, como lo hizo, para subrayar que “la Justicia es una vergüenza para todos los dominicanos y dominicanas”; pero que Puerto Plata y otras localidades del país concluyeran estos días santos con luto pudo evitarse, sobre todo cuando de accidentes de tránsito se trata y ni hablar del ahogamiento de menores y otros descuidos, de los cuales hubo más que advertencias y las autoridades trabajaron duro para cuidar que no sucedieran actos así.
Debe destacarse la manera en que laboraron los hospitales, sus emergencias y todo el personal de salud; así como las personas responsables de que el operativo funcionase según lo previsto; otra vez el Centro de Operaciones de Emergencias (COE), demostró capacidad organizativa y hubo llamados contantes a la prudencia y los valores; tampoco dejaron de asumirse acciones por parte de cada una de las instituciones responsables para proteger a la ciudadanía e intentar reducir las incidencias lamentables durante este período de descanso.
Entonces ¿qué falló? Las familias dominicanas deben asumir retos individuales y sociales. La responsabilidad colectiva implica la personal. En las calles, playas, campos y ciudades, miles de uniformados y civiles dejaron de disfrutar su “recogimiento” para ofrecer servicios de protección; lo que faltó fue ese sentimiento que debe prevalecer en cada quien sobre su total y absoluto compromiso por velar por eso que, cuando se pierde, no retorna: la vida y comprender que los errores casuísticos se multiplican en esto que ahora se lamenta, cuando pudo evitarse.
Esperemos otra Semana Mayor con mejores resultados y sin el dolor de las pérdidas que, en definitiva, son irreparables.
