La vida habanera de papa Hemingway

Ernest Hemingway nació el 21 de julio en 1899 en Chicago… Y provocó su muerte el 2 de julio de 1961 con un disparo en la boca. Lo escrito entre ambos puntos le bastó para ser considerado uno de los grandes narradores de todos los tiempos, paradigma de muchos que le consideran el mayor.
 
Hemingway tenía el hábito de permanecer de pie mientras escribía: pies calzados en mocasines sobre la piel gastada de un antílope africano, máquina de escribir y tablero para leer situados a la altura del pecho. Cuando empezaba un proyecto, lo hacía invariablemente a lápiz. Sólo iba a la máquina cuando ya la redacción estaba marchando de manera fluida o cuando le resultaba sencilla, por ejemplo los diálogos. Solía llevar la cuenta de las palabras de cada día. Las cifras más altas atestiguaban que Hemingway había estado trabajando muy duro… para pasar el otro día pescando en la corriente del Golfo…
 
La habitación de Hemingway en la Finca Vigía, hoy museo, en el habanero poblado de San Francisco de Paula indicaba, tras el desorden, a un hombre profundamente ordenado pero incapaz de deshacerse de algún objeto con valor sentimental.
 
Las horas dedicadas a la escritura eran de gran placer. Cuando Ernest Hemingway escribía un libro o un cuento trabajaba todas las mañanas empezando tan pronto como fuera posible, al respecto decía: “No hay nadie que moleste y haga fresco o frío uno entra en calor a medida que escribe. Se lee lo que se lleva escrito y como uno siempre se detiene cuando sabe lo que va a suceder a continuación, sigue escribiendo a partir de ahí. Se escribe hasta que se llega a un punto donde a uno todavía le queda jugo y donde sabe lo que va a suceder a continuación y entonces se detiene y trata de seguir viviendo hasta el día siguiente cuando se vuelve a poner manos a la obra”.
 
“Yo siempre tuve buena suerte escribiendo en Cuba”, confesó una vez el escritor norteamericano Ernest Hemingway. Aquí vivió más de la tercera parte de su vida y concibió algunas de sus obras más importantes. Aquí dio forma a su novela Por quién doblan las campanas, y escribió también El Viejo y el mar, París es una fiesta e Islas del Golfo… Es más, puede asegurarse que La Habana, adonde llegó por primera vez en 1928, y concretamente la finca Vigía de san Francisco de Paula,   fueron los únicos sitios de residencia estable que tuvo el escritor y periodista norteamericano en su tumultuosa vida.
 
Primero fue en el hotel Ambos Mundos, donde escribió su novela Por quién doblan las campanas. Más tarde fijó definitivamente su hogar habanero al comprar la finca Vigía, en San Francisco de Paula, donde ya existía una hermosa residencia construida el pasado siglo por un arquitecto catalán. Allí vivió los últimos 22 años de su estancia cubana. Hoy, aquella casa se ha convertido en uno de los museos más visitados de Cuba, al que acuden numerosas personas cada día para conocer de cerca la vida del famoso escritor.
 
Ubicado en la finca Vigía, el Museo Hemingway es un lugar atípico, pues sus puertas no tienen que abrirse para que el visitante pueda escudriñar en cada uno de sus rincones. Diez ventanas distribuidas a lo largo de sus paredes permiten contemplar todo el interior. Decenas de fetiches y armas africanas, cabezas de animales salvajes disecadas, armas de caza, cerámicas, anzuelos, varas de pescar y, por supuesto, cientos de libros y revistas. Todo lo que allí se muestra se conserva en el mismo lugar en que Hemingway lo dejara al partir de Cuba en 1960, cuando ya se sentía muy enfermo. Tal parece como si el escritor,  fuera a regresar en cualquier momento.
 
A pesar de que Ernest Hemingway vivió más de dos décadas en la Vigía, su presencia en Cuba no puede conservarse encerrada solamente en las habitaciones de aquella casa. Su huella se ha hecho real en muchos otros lugares de la isla que visitaba asiduamente: Cayo Paraíso, en la costa norte de Pinar del Río… Cojímar, al este de La Habana, donde atracaba su yate Pilar… En los bares de la Bodeguita del Medio y El Floridita, donde una silla, una foto o una simple firma en la pared constituyen su ámbito vivo.
 
La mejor demostración de que Hemingway fue un hombre querido entre quienes lo conocieron aquí, es un sencillo parque y un busto del creador de El viejo y el mar, levantados con el esfuerzo popular en Cojímar.  Todos los años, muchos acuden allí para rendirle tributo a Papá Hemingway, como le llamaban.
 
El escritor estadounidense Ernest Hemingway vuelve a estar sentado de nuevo junto a la barra del Floridita, su bar favorito en La Habana con un daiquiri delante. En recuerdo a las muchas horas que el escritor pasó, hasta poco antes de su muerte, acodado a la barra del bar Floridita, y también como gancho turístico, en este establecimiento se colocó una estatua en tamaño natural del Nobel de Literatura, un legendario bebedor. Todos los días se le sirve un daiquiri a Hemingway, según aseguran los camareros del establecimiento. La estatua en bronce fue realizada por el escultor cubano José Villa Soberón basándose en retratos y fotos de Hemingway.
 
En 1952 “El viejo y el mar” de Ernest Hemingway se convirtió en uno de los más afamados relatos de la literatura norteamericana. Apareció primero en la revista LAIF el primero de septiembre y una semana más tarde se publicó en Nueva York en forma de libro. Por esta obra recibió Hemingway el Premio Pulitzer y dos años después el Nobel de literatura.
 
Atrincherado en la Finca Vigía, se negó a la prensa. Luego declaró a la televisión nacional que quien había ganado el Nobel era un cubano más. Tiempo después entregó la medalla del premio a la Virgen de la Caridad del Cobre en el santuario de Santiago de Cuba.
 
“El viejo y el mar” es una gran obra, llena de encanto y poesía, tierna y ruda al mismo tiempo. Un pez, el mar, un viejo y un muchacho andan por los escenarios de Cojímar con la impresionante sencillez de los clásicos. Pero Ernest Hemingway no pudo circunscribirse a esta obra la más conocida, resultaba un escritor inagotable…
 
Hemingway trataba de eliminar todo lo innecesario, ir a lo esencial. Era excelente en los diálogos, se sentía más a gusto en ellos que en la narración y la descripción. Le pertenecen grandes novelas como “El viejo y el mar”, “Por quién doblan las campanas” y “Adiós a las armas”. Entre sus cuentos, géneros donde es maestro, podemos destacar “Los asesinos”, “las nieves del Kilimanjaro”, “La breve vida feliz de Francis Macomber”, “El boxeador”, ”Colinas como elefantes blancos”, “Un lugar limpio y bien iluminado” y “Un gato bajo la lluvia”.
 
Ernest Hemingway fue algo más que un gran escritor. Pocos como él han influido en la forma de contar historias. La fama, como tantas ocurrencias en la vida, puede resultar efímera si no se sustenta en verdaderos valores y cualidades. Ernest Hemingway parecía no advertir la vida que discurría a sus anchas espaldas.  Así Nacieron Por quién doblan las campanas, El viejo y el mar o Islas en el Golfo. Y solo un escritor conoce el precio de ese alumbramiento. Tal fue la génesis de lo que con el tiempo devino leyenda. Un hombre… un hombre que conquistó “el gordo” de la literatura. El hombre de “El viejo y el mar” nació escritor, así murió y en su obra sigue viviendo.

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