“Ayyyy, ¡que te como la cara!”. La expresión favorita de madres, tías y abuelas tiene una explicación científica. Y no, no es que seamos unos caníbales en potencia y deseemos en secreto devorar a nuestras crías. La clave está en un mecanismo que se despierta en el cerebro y que nos ayuda a querer más y más rápido a nuestros bebés.
Según un trabajo realizado por investigadores de la Universidad de Montreal, el olor de los niños despierta en el interior de las madres una respuesta similar a la que tiene lugar cuando estamos tremendamente hambrientos y nos encontramos ante un banquete de alimentos.
Esa fragancia especial -que haría las delicias del protagonista de El Perfume, la novela de Patrick Süskind- hace que las féminas sientan la necesidad de morder y restregar su cara por el cuerpo del pequeño o de la pequeña.
Los científicos aseguran que este mecanismo es una ayuda evolutiva para sentirse atraído de alguna manera por nuestra descendencia y fortalecer así el amor que se siente y las ganas de protegerlos.
Las que sienten un deseo incontrolable de pinchar, pellizcar o mordisquear la tripa o incluso la cara de un infante, que no se preocupen: no están pasando por ninguna psicosis. Los investigadores afirman que en ese caso están sintiendo de una manera muy intensa el vínculo con el bebé.
Lo que esconde esas ganas de apretujar en realidad es un sentimiento de lo más positivo: el de querer estar lo más cerca posible de un hijo.
Como señala el Daily Mail, otros estudios defienden que el olor a bebé es tremendamente adictivo, casi tanto como lo pueden llegar a ser el alcohol, las drogas o la comida basura. Y esta adicción sirve para, una vez más, no alejarse demasiado del bebé y también para regular las emociones de la madre, que sentirá un amor desmedido.
Así que parece que los bebés están hechos a medida para ser queridos:la piel suave, los ojos grandes y el olor contribuyen a inspirar sentimientos positivos que luego propician un vínculo positivo que servirá para desarrollar la personalidad y las relaciones con los pequeños.
