El secretario de Guerra de los Estados Unidos en la República Dominicana

Al observar hoy en televisión al secretario de Guerra de los Estados Unidos, Pete Hegseth en su visita a la República Dominicana, la primera impresión que se impuso no fue personal, sino académica: la de estar frente a un analista político propio de Fox News trasladado, por las circunstancias del poder, al escenario estratégico regional.

Esa percepción me remontó de inmediato a mis años de formación en estrategia y política en el Naval War College, USA, cuando él aún transitaba los niveles primarios de su educación. No es una comparación generacional, sino metodológica: el discurso, el énfasis y el tono responden más a una narrativa orientada al consumo político que a una formulación estratégica de largo aliento.

Este tipo de declaraciones —bien recibidas por la opinión pública local y por un presidente al que aún le restan tres años de mandato, y que ha reiterado su rechazo al narcotráfico— deben ser interpretadas en su justa dimensión. No se trata de expresiones espontáneas ni improvisadas, sino de pronunciamientos funcionales a los intereses permanentes de los Estados Unidos y a su manejo pragmático del ajedrez geopolítico.

En el Caribe, como en otros teatros estratégicos, los norteamericanos suelen decir lo conveniente en el momento oportuno, mientras se conservan fichas y cartas bajo la manga para ser utilizadas cuando se estima que determinadas expectativas o compromisos no se están cumpliendo. Así ha sido históricamente, y así continúa siendo.

Quienes hemos vivido distintas etapas de esa relación bilateral en el ámbito estratégico, desde la firma de acuerdos de sobrevuelo, participación en innumerables simposios y entrenamientos conjuntos, aprendimos a leer estos gestos con serenidad y distancia crítica.

Más aún cuando se ha tenido la responsabilidad de servir durante varios años como enlace naval en el Military Assistance Advisory Group (MAAG), además de fungir como ayudante de tres ministros de Defensa y, posteriormente, observar desde posiciones de mando cómo se construyen, administran y dosifican estas narrativas estratégicas.

La experiencia enseña que en política internacional lo prudente no es reaccionar, sino observar; no entusiasmarse ni incomodarse, sino comprender; y no perder de vista que, en estrategia, las palabras suelen ser tan calculadas como transitorias.

Por ello, frente a este tipo de pronunciamientos, lo correcto es mantener la mesura, actuar con altura, preservar el estilo institucional y leer los acontecimientos con la claridad que solo concede el haber visto —y navegado— muchas mareas distintas.

En definitiva, fortalecer la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado no debe quedarse en discursos coyunturales, sino en coherencia estratégica, constancia institucional y mucho mejor si se trata como respeto mutuo entre Estados soberanos.

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