La historia secreta y el silencio

:: :: “El narcotráfico corrompe no sólo a los gobiernos, sino también a las conciencias” —Mario Vargas Llosa— :: ::
Homero Luis Lajara Solá

El libro La historia secreta. AMLO y el Cártel de Sinaloa, de la periodista mexicana Anabel Hernández, trasciende su contexto y se convierte en un espejo incómodo para toda América Latina.

Su investigación no solo describe las grietas del poder, sino los mecanismos del silencio social que permiten que esas grietas se conviertan en abismos. No es, en el fondo, la historia de un país, sino la advertencia para todos.

Anabel Hernández no escribe con rencor, sino con el rigor de quien ha comprendido que la verdad suele ser incómoda. Sus páginas revelan un entramado de intereses donde el poder y la ilegalidad se tocan sin escándalo, amparados por la costumbre de mirar hacia otro lado.

El mensaje que emerge es universal: cuando la ética se subordina a la conveniencia, el Estado comienza a vaciarse desde dentro.

En cada sociedad hay una “historia secreta” que no aparece en los documentos oficiales, pero que todo el mundo intuye, donde muchos callan por indiferencia, temor o conveniencia material. Es la que se escribe en los pasillos, en los murmullos y en las decisiones que nunca se explican.

No hace falta nombrar a alguien para comprender que los males que describe la autora no son ajenos a otras latitudes: son los mismos síntomas de un mal antiguo que cambia de rostro, pero no de esencia.

El deterioro institucional rara vez comienza con grandes escándalos. Empieza con pequeños consentimientos, con la idea de que “así se hacen las cosas”, con la normalización del desvío ético bajo el disfraz del pragmatismo.

Esta situación nos recuerda la “teoría de las ventanas rotas”. Sus señales evidenciando falta de vigilancia no preocupan hasta que el desorden inicial se torna generalizado. Al no haber correcciones, atrae más desorden generando un efecto dominó.

En ese terreno fértil germina la impunidad y la justicia se convierte en una actriz secundaria dentro de su propio teatro. Las leyes pueden mantenerse en pie, pero su espíritu se desvanece, como una vela que arde al acabarse el oxígeno.

Este libro invita a reflexionar sobre ese punto donde la autoridad pierde su legitimidad moral, y el poder se convierte en un fin en sí mismo.

La autora describe un entramado donde la lealtad se confunde con la sumisión, donde el miedo y el dinero reemplazan al deber. Es una advertencia sobre cómo los sistemas pueden mantener sus rituales democráticos mientras se desvinculan de su sustancia ética.

Cada nación tiene su propia versión de esa historia no contada. A veces no se necesita conspiración: basta la indiferencia. Porque el silencio también gobierna y hay silencios que pesan más que la culpa.

Cuando la ciudadanía se acostumbra a convivir con lo torcido, el alma colectiva empieza a agrietarse. Y es entonces cuando los pueblos —sin darse cuenta— se alejan del ideal de justicia que los fundó.

Anabel Hernández, al desnudar las sombras del poder, nos recuerda que el mayor peligro para una república no es el crimen visible, sino la corrupción y la apatía invisibles que se disfrazan de normalidad. Su obra no acusa; advierte.

No condena; despierta. Nos invita a mirar dentro, a revisar nuestra propia historia secreta y a preguntarnos si el silencio no se ha vuelto también parte de nuestro paisaje cotidiano.

El poder, como el mar, necesita brújula y horizonte. Sin ellos, toda nave se mueve, pero sin rumbo. Y cuando el rumbo se pierde, las tormentas ya no vienen de afuera: nacen dentro del barco.

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