Por: Marino Beriguete
Si algo está claro, es que el 2028 no lo va a definir una ideología, ni un plan, ni una ola. Lo va a definir el calzado
Faltan tres años para 2028 y la política se parece cada vez más a una cancha mojada: resbalosa, tramposa y llena de jugadores que creen que siguen en control mientras se están cayendo de boca. Aquí nadie corre sin miedo ni cae sin estilo. Y si algo está claro, es que no hay nada claro. Ni el gobierno que va, ni el que quiere volver, ni el que se cree heredero. Todo está en veremos. Como los zapatos de Leonel: lustrados con nostalgia, pero con la suela vencida. O los tenis de Omar: blancos, limpios, nuevos… O los tacones de Raquel: silenciosos, firmes, y con más dirección que todos los demás juntos.
A algún gurú del marketing se le ocurrió que Omar debía debutar con un video emocional, donde más que político parecía un hijo obediente en la fila para recoger el legado familiar. Todo muy emotivo, muy “el ciclo continúa”, muy “el viejo lo hizo, ahora voy yo”. Una especie de pase rápido al poder por vía sanguínea. Y claro, el video funcionó… hasta que uno se pregunta si estamos votando o hacemos una reunión de herederos.
Pero este país no es una monarquía. Tampoco es Canadá. Aquí el poder se gana en las calles, no en el árbol genealógico. Y si alguien lo sabe es Leonel. Ha naufragado mil veces y siempre encuentra cómo volver a flote, como esos muebles viejos que nadie quiere botar porque todavía aguantan peso. Él tiene oficio, tiene verbo, y tiene olfato de saber cuándo hay espacio para otro intento. Ocho años más. A menos que —y esto es clave— que Raquel lo detenga.
Porque mientras los demás hacen teatro, ella gerencia. Callada, sin espectáculo, sin herencias que presumir. Y lo más peligroso de todo: sin escándalos de los que tenga que salir corriendo. El PRM, con su habilidad infinita para meterse autogoles, le construye un carril por la izquierda. Cada ministro impune, cada promesa deshecha, cada error no corregido es una palada más en la zanja que se está cavando el Gobierno. Y si Raquel decide cruzar esa zanja en tacones, lo va a hacer sin despeinarse.
¿Y Leonel? Está. Siempre está. Con su aura de “yo ya lo hice y lo haré mejor”, convencido de que el país tiene amnesia selectiva. Planea volver para gobernar… y de paso preparar a Omar, porque claro, esto es una saga. Pero el problema con las sagas es que las secuelas nunca superan al original. Y hay algo en esos tenis nuevos que no termina de convencer. A veces brillan demasiado. A veces suenan a impostura.
¿Y el PLD? Algunos gritan desde las gradas, otros duermen en la sombra. Y unos cuantos ya están calculando en qué ministerio podrían caer bien si la tortilla se voltea.
Puede que esto suene cínico. O puede que simplemente sea ver las cosas como son. Porque si algo está claro, es que el 2028 no lo va a definir una ideología, ni un plan, ni una ola. Lo va a definir el calzado: si repiten los zapatos, si se arriesgan con los tenis, o si ganan, firmes y silenciosos, los tacones. O se rompe todo, y vuelve el barro.
Pero ojo: en esta cancha mojada, la única que parece saber dónde pisa… es Raquel. Tomado de elcaribe.com.do