La comunicación del deber en tiempos de redes

Hay épocas en las que el deber se ejercía en silencio, como un compromiso natural de la vocación y el honor. Cumplir con la misión no requería un “like” ni un titular, porque era la razón misma de la existencia profesional. Hoy, sin embargo, la estrategia de comunicación se ha desplazado, en muchos casos, hacia la necesidad de la validación externa. Es la cultura del anuncio inmediato, donde se publicita la simple ejecución del deber, en lugar de permitir que el resultado hable por sí solo.

No es que la comunicación sea innecesaria; toda institución debe informar, rendir cuentas y mostrar avances. Pero cuando el foco se concentra más en narrar que en ejecutar, se produce un desbalance. Se crea un espejismo de eficiencia que no siempre se corresponde con la realidad operativa.

Esta transición no significa que se esté desfasado. Al contrario, demuestra que se mantiene viva la esencia de lo que es ser un profesional formado en el rigor, sin necesidad de medallas digitales. La actualización no es imitar modas de difusión, sino adaptarse inteligentemente a los nuevos medios sin perder el fondo del mensaje: cumplir la misión por el valor de la misión misma, no por su aplauso.

Quizás la clave está en equilibrar. Comunicar, sí, porque la sociedad de hoy requiere información constante. Pero sin olvidar que la comunicación más poderosa es la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, y que el verdadero respeto se logra cuando quienes nos rodean saben que, con cámara o sin ella, cumplir con el deber es nuestro norte y razón de ser.

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