Francisco se ha ido, un papa emblemático y controversial

Por: Claudia Fernández

Habemus Papa ¿Quién ocupará al trono de San Pedro?

Tres nombres universales, tres personalidades increíbles, cada cual, a su modo, supieron remover los cimientos de la Iglesia Católica de cabo a rabo, implantando sus decisiones particulares a fin de integrar a un mundo complejo.

Angelo Giuseppe Roncalli, Juan XXIII, el Papa Bueno, fue un renovador eclesiástico en una época de estamentos sociales inconmovibles –1958-1963–.

Convocó el Concilio Vaticano II, dispuesto a reformar dogmas o creencias ancestrales surgidas al calor del nacimiento de una iglesia primitiva, que no admitía réplicas ni insubordinaciones. Este hijo espiritual, nacido en las entrañas de los franciscanos, supo ganar su nombre de “El Papa Bueno”.

¡Y lo logró, con creces! Pero la edad, las responsabilidades y toda la carga físico-emocional que esto suponía, acabaron por debilitarlo, y cinco años después de asumir el Trono de San Pedro, se despidió del mundo terrenal.

Como las prédicas de San Francisco de Asís supo insuflar un nuevo aire a una iglesia en decadencia. Pacifista, igual que Francisco de Asís, a cuya orden se debió en cuerpo y alma, predicó la paz y hermandad entre los hombres, en plena “guerra fría”. Hombre ejemplar, al que nunca le tembló el pulso para exponer la necesidad de cambios en el seno católico.

La sonrisa de Dios

Albino Luciani, Juan Pablo I, el Papa de la Sonrisa. Un referente universal, histórico, perenne e invaluable, solo pudo dirigir el rebaño católico durante 33 días. Pero puso al mundo de cabeza con sus ideas liberales en una etapa en que la iglesia católica no permitía los métodos de anticoncepción. Pero además se adentró en el profundo muro de la corrupción eclesiástica.

No lo niego, es y sigue siendo mi favorito, quizá por ser laica en una época de anatemas.

Fue simplemente un sacerdote, de los de verdad, aunque no perteneció a ninguna orden religiosa en especial. Tuvo la fuerza y la humanidad de Francisco de Asís, el empuje y coraje de los salesianos de Don Bosco, y el ímpetu de los Jesuitas de San Ignacio de Loyola.

Batallador, se propuso reformar y liberar a la iglesia de creencias ancestrales y ¡eso le costó la vida! Según relata el también desaparecido periodista inglés David Yallop, en su obra maestra “En nombre de Dios”.

Y llegamos a Francisco, así a secas

Jorge Mario Bergoglio, primer latinoamericano, primer jesuita en llegar a pontífice, constituye un emblema en la iglesia universal. Llega al solio luego de la renuncia de Benedicto XVII, denominado “Papa Nazi” por haber pertenecido en su adolescencia a las” Juventudes Hitlerianas”.

Controversial, ecléctico, y sobre todo emblemático para grupos sociales aislados por el morbo, se erigió en defensor de los que “no tienen voz”, llevando, con su actitud solidaria, a un cuasi rompimiento de la iglesia católica en 2023 por sus ideas ultraliberales, que casi provocan un nuevo cisma o división.

Conocedor de sus debilidades y fortalezas, supo manejar situaciones inverosímiles. A confesión de parte, relevo de pruebas, nunca me gustó su forma de actuar ni de pensar, a diferencia de los dos primeros.

Pero sí supo luchar en contra de la exclusión de cualquier tipo y abrazó causas innombrables a favor de lo que consideraba justo y necesario.

Ya se fue a otra dimensión, pero su legado perdura. Ahora toca saber ¿Habemus Papa? ¿Quién seguirá la saga de Francisco, el pontífice que evolucionó y revolucionó al mundo católico en una época de conflictos humanos? Esperemos la fumata blanca. Y no se sorprendan.

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