Cápsula naval

¿Qué mejor manera de conmemorar el 212° aniversario del nacimiento del padre de la patria, el general Juan Pablo Duarte, que compartir esta reflexión?

En mis singladuras de vida he observado cómo los temores pueden parecer montañas infranqueables cuando los vemos desde la distancia, pero al acercarnos y enfrentarlos con determinación, se desmoronan como simples sombras, incapaces de paralizarnos.

El verdadero éxito en una carrera militar no se mide por el rango alcanzado o los títulos ostentados, sino por el honor con que se sirve, el impacto positivo y la inspiración que dejamos en los que nos siguen, de querer hacerlo mejor que nosotros.

Tratar de ser un ejemplo para las instituciones y un motivo de orgullo para nuestras familias es la mayor distinción que un naval u otro militar puede alcanzar.

La integridad, el respeto a los símbolos, las tradiciones y el legado que dejamos son los verdaderos faros que guían nuestra trayectoria.

Reafirmo mi profunda convicción de que la disciplina es el estandarte de nuestra profesión. El respeto al poder civil y a los mandos superiores, representantes de la Constitución y las leyes, no es solo un requisito, sino un principio innegociable que mantiene a flote el buque de la nación. Es ese respeto lo que fortalece nuestras Fuerzas Armadas y garantiza que puedan  cumplir sus misiones con dignidad y lealtad.

Hoy ustedes tienen el privilegio y el deber de representar con honor a las mismas Fuerzas Armadas que glorificaron la patria en ese memorable febrero de 1844. Fueron 12 años de lucha —a sangre, pólvora y machete— hasta 1856, cuando los haitianos sufrieron la derrota definitiva. ¡Y así debe permanecer por los siglos de los siglos!

El general Juan Pablo Duarte, el adalid de nuestra independencia, sigue siendo nuestra estrella polar. Sus ideales y sacrificios nos recuerdan que a  la patria se sirve el día a día con nuestras actuaciones correctas.

Este es el puerto seguro y el único lugar en el mundo donde no somos extranjeros. El terruño que debemos proteger con cada brazada, en calma o en tormenta.

En memoria de nuestras glorias inmarcesibles que vencieron a las huestes haitianas y otros guerreros que no se dejaron doblegar por ingleses y españoles,  mejor armados y entrenados, pero jamás más valientes, debemos levantar eternamente el gallardete de la  esperanza, la fortaleza y la unión.

Confíen en sus capacidades, en su preparación y en los valores que nos definen. En cada desafío lleven consigo la misma fortaleza de aquellos que hicieron posible nuestra libertad.

Que buenos vientos los guíen siempre a puerto seguro.

¡Que Viva Duarte por siempre ¡

¡Que Viva la patria!

¡Que Vivan nuestras Fuerzas Armadas!

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