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Mella, independentista y restaurador

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¿Matías Ramón Mella —celebrándose la efemérides de su nacimiento coincidentemente con el “Día de las Fuerzas Armadas” los 25 de febrero—, junto con Francisco del Rosario Sánchez y otros próceres, formó parte del primer grupo de dominicanos iniciados en los secretos de la sociedad patriótica La Trinitaria, en 1838.

Reputado como diestro en el uso de la espada y el sable, su disposición al servicio le hizo merecedor de la confianza del ideólogo de la revolución, Juan Pablo Duarte, quien le asignó la misión de trasladarse a Haití para participar en el movimiento de la reforma, propiciando la caída del presidente haitiano, Jean Pierre Boyer.

Se trasladó a la villa haitiana de Los Cayos de San Luis en enero de 1843 para contactar a los revolucionarios reformistas adversarios del presidente Boyer, que fueran encabezados por Charles Herard.

Herard, ya como presidente de la República, y descubiertas las actividades de la Junta Revolucionaria denunciadas por los traidores de siempre, ordenó el apresamiento de Mella. Una vez capturado, fue enviado a Haití, permaneciendo dos meses tras las rejas. Tras ello regresó a la parte este y retomó la misión independentista encomendada por Duarte.

Los sucesos se precipitaron. Duarte fue delatado junto a Sánchez y debió salir del país en forma abrupta para no ser apresado. Ante la ausencia de Duarte, Mella activó los preparativos revolucionarios.

Mella fue de los primeros conjurados en llegar a la Puerta de la Misericordia durante la noche del 27 de febrero de 1844, exhortando a los indecisos a no abandonar el lugar. Tras observar el escenario que se presentaba ante sus ojos, tuvo la valiente iniciativa de disparar su famoso trabucazo, partiendo raudamente hacia la Puerta del Conde, donde fuera proclamada la República e izado el Pabellón Nacional.

Con el rango de coronel del naciente Ejército Libertador, después de la victoria del 19 de marzo, intentando dar el giro justo al timón de la historia, proclamó a Duarte presidente de la República, lo que este último rechazó (en un gesto de desprendimiento que debe de servir de ejemplo a los políticos dominicanos), tratando de mantener la unidad nacional.

Esa acción de Mella rompió el equilibrio de las fuerzas que dirigían la novel república, terminando por imponerse el sector social más atrasado, encabezado por el general Pedro Santana y Tomás Bobadilla. Mella fue declarado traidor a la patria y expulsado de por vida del territorio nacional, regresando al país con Sánchez en 1848, amparado por la amnistía decretada por el presidente Manuel Jimenes.

Mella se incorporó al Ejército en la invasión de Faustino Soulouque en 1849, destacándose en la batalla de Las Carreras. Buenaventura Báez fue electo presidente de la República en septiembre de 1849 tras la renuncia del presidente Jimenes. Mella fue nombrado secretario de Estado de Hacienda y Comercio.

En el enfrentamiento de Santana con Báez, Mella decidió irse con el primero, hasta que la anexión a España los enemistó para siempre.

Como luz a los herederos de las armas nacionales de 1844, con el desafío constante a la seguridad nacional que representa tener una frontera “porosa”, recordamos que en julio de 1856, por su vocación y capacidad militar demostradas en acción, se le encomendó preparar un proyecto de ley para organizar el Ejército, centinela de la frontera que siempre debe honrar ese sagrado legado.

La destreza militar de Mella fue refrendada cuando se inició la guerra restauradora, incorporándose al movimiento en agosto de 1863, donde le confiaron importantes misiones armadas. Viajó al sur atravesando la Cordillera Central por Constanza, con el encargo de organizar las tropas restauradoras comandadas por el coronel Pedro Florentino.

Fue designado ministro de la Guerra y elaboró el brillante Manual de guerra de guerrillas, el que fue puesto en ejecución por medio de una circular de fecha 26 de enero de 1864. El mismo recoge las experiencias del soldado dominicano en la táctica evasiva y selectiva de una lucha armada, enfrentando tropas enemigas entrenadas, más numerosas y con mayor potencia de combate.

El general Mella, mientras rendía sus últimos servicios a la causa, fue afectado de disentería y exhaló el último aliento en extrema pobreza el 4 de junio de 1864, recibiendo la visita de despedida de Duarte, quien había retornado al país en un intento fallido de retomar las armas para seguir defendiendo la República.

Mella, padre de la patria, junto a Duarte y Sánchez, falleció con la singular distinción de ser dos veces prócer de la República, en la Independencia y en la Restauración, siendo su último deseo que lo sepultaran en suelo patrio, envuelto en la Bandera Nacional.

Desde su puesto de mando del más allá, de seguro que está abogando para que renazca el “compromiso nacional” en medio de la indiferencia, el insulto y el individualismo: ¡¡¡Loor a su memoria, general de generales!!!

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