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Maldición del cocinero de Colón

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Se cuenta que cuando los reyes decidieron castigar a Cristóbal Colón por sus barbaries en contra de españoles e indios, al llegar su sustituto a Santo Domingo con lo primero que se topó fue con varios españoles colgando de árboles recién ahorcados.

Son muchos los detalles misteriosos que rodean la vida del Almirante, como aquel en que él lanzó una maldición o conjuro a su cocinero.

El suceso del cocinero llamado Espinosa lo recoge el mismo Colón en su diario. Como éste marinero estaba consciente que estaba cambiando el curso de la historia, todo, hasta el más mínimo detalle, lo anotaba en su diario.

Para empalmar la historia desde el principio, en el 1500 Colón era capitán general y virrey de la isla española, pero cayó en desgracia con los reyes de España, Fernando el Católico e Isabel.

Había múltiples quejas de los españoles residentes en la ciudad de Santo Domingo, fundada en la margen oriental de la desembocadura del río Ozama. Denunciaban maltratos, trabajos indignos, incumplimiento de compromisos, atraso en el pago a los empleados públicos, brutalidad contra españoles e indios, injusticias y nepotismo.

Según las habladurías, el Almirante había caído en desgracia con el rey Fernando porque el marinero le había quitado una amante.

Y para cobrar venganza, a quien mandan a averiguar (juez y sustituto) lo que pasaba en la isla fue a un viejo enemigo de Colón (por supuesta envidia y lío de falda), a Francisco de Bobadilla.

A su llegada, lo primero que hizo Bobadilla fue poner los grilletes a don Diego Colón, hermano del Almirante. Colón se encontraba en La Vega y cuando fue informado se personó a la Villa de Santo Domingo, sin ofrecer resistencia, pero quejándose de los atropellos del enviado de los reyes.

 Cuentan que cuando Bobadilla ordenó encadenar, ponerle los grillos al gran Almirante (ya convertido en leyenda), hubo un gran murmullo de desaprobación y nadie se prestó a cargar con semejante infamia.

Bobadilla insistía gritando: ¡Aherrojadle! ¡Aherrojadle!  Es decir, que lo sometieran y le pongan los hierros, las cadenas.

Los mismos soldados que acompañaban a Bobadilla no se atrevieron a ponerle encima un dedo al Almirante, pero siempre aparece un alma envenenada y desagradecida, y este fue el cocinero y hombre de confianza del mismo Colón.

 ¡Que Dios te ayude Espinosa! Fue la expresión del Almirante, cuando éste terminó de ponerle los grillos.

En esto apareció, con una tropa fuertemente armada, el otro hermano de Colón, Bartolomé y trató de ofrecer resistencia, pero el Almirante lo tranquilizó.

Humillados, encadenados, Colón y sus hermanos fueron embarcados hacia España.

Se relata que como se trataba de una leyenda viviente, cuando se embarcaron para España, el capitán de la carabela Gorda trató de quitar las cadenas, pero este (Colón) se negó diciendo que si los reyes ordenaron poner los grillos eran ellos que debían ordenar quitárselo.

“Así llegaron a España los que dieron a la corona un continente rico. Así don Fernando aprovechó la oportunidad que se le presentó de cobrar una vieja deuda de enamorado frustrado…”, relata el autor del libro Análisis del diario de Colón (página 53), Ramón J. Didiez Burgos.  La obra fue publicada por el Archivo General de la Nación.

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