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¿Cómo frenar la baja escolaridad y los quebrantos de la salud mental?

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Por Emilia Santos Frías

El insigne abogado, activista social que luchó para eliminar el sistema de segregación racial (apartheid); perceptible político y filántropo,  expresidente de Sudáfrica, Nelson Mandela, precisaba que: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. Hoy ante nuestra situación sociocultural y el nivel de escolaridad, con énfasis en la población vulnerable, creer que haremos realidad este postulado, parece quimera.

En ese sentido, los hallazgos e investigaciones nacionales e internacionales tampoco apoyan a nuestro espíritu porrista, que anima las destrezas educativas que debe mostrar nuestra nación. En ese orden, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), da cuenta que en este año 2021, más de 168 millones de niños y niñas en todo el mundo, quedaron fuera de cualquier tipo de aprendizaje presencial. La cifra no incluye  a quienes abandonaron las escuelas como consecuencia de la pandemia.

A esta mala reseña se suma el informe emitido recientemente por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (Mepyd), que afirma: “en la República Dominicana, el 62.3 por ciento de la población de 10 años, no puede leer ni entender un texto simple”. Entonces, si la educaciones la mejor carta de presentación de una nación;” estamos feos para la fotos y peor para el video”.

El defensor de los derechos humanos de los afroestadounidenses, Malcolm X, afirmaba que la educación es nuestro pasaporte para el futuro, porque el mañana pertenece a la gente que se prepara para el hoy. Haciendo este análisis, sin dudas tenemos retroceso; falta de interés en nuestra población joven, expuesta a  todo tipo de necesidad y ocio. Basta con visitar cualquier barrio populoso, para identificar niveles de deserción escolar a edad temprana; códigos de carencias educativas…, círculo vicioso, que solo conduce a otras problemáticas sociales. !Además, reina la desesperanza!

A esto se suma la salud mental de nuestra gente, que de una forma u otra ha sido mermada por la pandemia de la Covid-19, y las  consecuencias sociales y económicas, que ha dejado a su paso por el mundo. Oh Buda, ¿Cómo podemos mantener el cuerpo saludable, aunque  sea una obligación, como nos exhortaste, para poder conservar nuestra mente fuerte y clara, si no tenemos garantizados servicios y necesidades básicas?, nuestra población carece de alimento para el estómago; para subsistir,  y también,  para el alma!

Hoy es difícil que la población dominicana pueda levantar la mano ante el proverbio árabe: “Aquel que tenga salud tiene esperanza; y aquel con esperanza lo tiene todo”. Carecemos de ambas. Educación y salud, al derecho y al revés, son las dos alas del desarrollo de un pueblo.

«Para muestra un botón»: La investigación Salud Mental en República Dominicana: retos y oportunidades, publicada a final del año 2020, por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, asegura que, estamos expuestos a trastornos mentales, teniendo mayor prevalencia la ansiedad y la depresión; enfermedades que poseen el costo más alto en su tratamiento. Como es de entender, en un momento donde la economía ha mermado tanto, vivir con estas patologías es aún más difícil. Mientras tanto, las mentes maestras de la división social, mantienen a la población inmersa en “pan y circo”, para que no demande derechos  y se acostumbre a la exclusión.

Con esta realidad, sin dudas, se perderá la mística de lo que aún podemos rescatar; lo que somos: una población pujante. Seguirá la fuga de cerebro dominicano y migración hacia a otras latitudes en busca de mejores condiciones de vida; el desapego a lo nuestro, a lo autóctono, especialmente en la juventud…, y dejaremos nuestro terreno a las visitas foráneas, que son cada vez más abundantes y variadas. ! Mire a su alrededor! ¿Ve usted televisión?, ¿cuál es el aporte de esa multivariada población extranjera? Ni hablar del complejo de Guacanagarix que exhiben algunos coterráneos,  y aunque con nuestra bondad queremos hacerles mejores, en ellos, ¡es más la sal que el chivo!

Pero volviendo al tema principal, tengo un halo de consuelo en que, pese a las carencias educativas, la merma en la salud mental; muchas veces causada por la escasez y no tener cubiertas las necesidades básicas. De igual forma, por el desempleo y la desigualdad social…, en fin, negación de la garantía de derechos fundamentales, la población dominicana sigue siendo noble, tanto así que en ocasiones, los avivatos, conocedores de estas características,  socavan  a quienes más necesitan auxilio, debilitándoles para aprovecharse, y así !no se hace patria!.

Mientras, los hechos delincuenciales siguen en aumento, como los divulgados recientemente por los medios de comunicación, tales como: raptos, secuestros; violaciones sexuales, crímenes, homicidios, abusos hacia menores de edad y envejecientes…, la lista es interminable !todos atroces!, pero tienen su incubadora en la falta de educación, la pobreza y la poca  salud mental de los perpetradores.

Estas carencias junto al acatamiento de acciones foráneas, son dignas de antisociales. A ellas, se suma el ocio en que vive gran porcentaje de nuestra población en edad fértil, esto sólo propicia la humedad y la temperatura adecuada para que los hechos bochornosos, repudiables e inhumanos, existan.

Es bueno que tengamos presente que: una vida sin educación y sin salud es como un río sin agua. Somos un país fértil, con agua por doquier; con muchas áreas protegidas y grandes manantiales, es cosa de importantizarlos; viven en cada grupo poblacional. También queda prohibido olvidar que: «un pueblo sin educación es fácil de engañar”.

santosemili@gmail.com

La autora es educadora, periodista, abogada y locutora

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