¿Qué va a pasar ahora con las mujeres afganas?

El mundo quiere saber. Y ellas, por supuesto, también

Al instalarse en el poder, los líderes talibanes han intentado proyectar una imagen de apertura, prometiendo paz y prosperidad para los afganos y respeto a las mujeres.

El portavoz del nuevo gobierno, Zabihullah Mujahid, dijo en una rueda de prensa reciente: “Garantizamos que no habrá violencia contra las mujeres”. Y añadió: “No se permitirá ningún prejuicio contra las mujeres, pero los valores islámicos son nuestro marco de referencia”.

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El énfasis parece dedicado a desterrar la desconfianza. Si bien han pasado casi 20 años desde que los talibanes ocuparon por última vez el poder en Afganistán, aún está fresca la memoria de las imposiciones de los militantes islámicos a niñas y mujeres en los años noventa: prohibiciones de trabajar y estudiar, mandato de usar burka en público, latigazos a las que transgredieran las normas.

Malala Yousafzai, la persona más joven en ser reconocida con el Premio Nobel de la Paz, ha conocido de cerca estas prohibiciones. Cuando los combatientes talibanes tomaron su pueblo en Pakistán en 2007, ella siguió insistiendo en su derecho a la educación. “Escondí mis libros bajo mi largo y grueso chaúl y caminé a la escuela con miedo”, escribe en este ensayo de Opinión. “Cinco años después, cuando tenía 15 años, los talibanes intentaron matarme por alzar la voz sobre mi derecho a ir a la escuela”.

Niñas en una escuela en Sheberghan, Afganistán, este año.Kiana Hayeri para The New York Times

Desde entonces, y con la intervención de los organismos internacionales y de Estados Unidos, se destinaron cientos de millones de dólares a la educación de las niñas, la capacitación de lideresas sociales y la mejora de los servicios de salud materna. Ahora, que el presidente Joe Biden aprobó la salida de las tropas estadounidenses y que las fuerzas de seguridad afganas creadas y apoyadas por los países occidentales han colapsado, existen dudas sobre las medidas que tomará el nuevo gobierno.

En Kandahar, al sur, los talibanes entraron hace poco a una oficina bancaria y ordenaron que las nueve empleadas del lugar abandonaran sus puestos de trabajo, según informó Reuters. También se ha reportado que las clínicas de atención médica para mujeres cerraron.

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En Kunduz, al norte, las funcionarias del gobierno recibieron este mes la instrucción de no volver a presentarse al trabajo. En Herat, al oeste, profesoras y estudiantes universitarias fueron recibidas por hombres armados que les cerraron el paso en la puerta del campus este martes.

En Kabul, las mujeres que trabajaron para Estados Unidos, tienen que decidir si se presentan en el aeropuerto para intentar abordar un vuelo que las saque del país. Aunque algunas son candidatas a recibir beneficios migratorios especiales, temen quedar atrapadas y sufrir represalias al conocerse su vínculo con los estadounidenses. Han empezado a eliminar sus redes sociales y enterrar sus celulares.

En la televisión, Khadija Amin, conocida presentadora de noticias, ha sido suspendida y su puesto lo ocupa ahora un funcionario talibán. “¿Qué haré ahora?”, dijo Amin, de 28 años. “La próxima generación no tendrá nada, todo lo que hemos logrado en los últimos 20 años habrá desaparecido. Los talibanes son talibanes. No han cambiado”. Autora: Elda Cantú. New York Times

P. D.: Tenemos una estupenda crónica para comprender cómo recuperaron los talibanes el poder.

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