Una grave lesión en la espalda y otras dos en los hombros fueron el desenlace de la presión del mundo de la gimnasia y un desorden alimenticio que reveló recién el año pasado, en un video de 6 minutos publicado en The Players Tribune.
“Me dijeron que era vergonzoso lo gorda que estaba. Me comparaban con un pájaro que no podía volar. No podía aceptarme a mí misma. No era feliz”, relató entonces. Su cuerpo había dejado de ser el de una niña y ese físico ya no entraba en los “estándares” de quienes construían su carrera.
Pero nada pudo esconder su pasión, ni esos dos años en los que no tuvo otra opción que recuperarse y en los que llegó a sentirse “feliz” estando lesionada. Mientras Biles triunfaba en Río 2016, Ohashi se reencontró con la gimnasia en la universidad. Comenzó a estudiar Género y Sociología en UCLA y en Los Ángeles se le abrió nuevamente la puerta del deporte.
De la mano de Valerie Kondos Field (Miss Val), leyenda del deporte universitario como responsable de un equipo que también tiene a Kyla Ross (oro por equipos en Londres 2012) y Madison Kocian (oro por equipos en Río 2016 y plata en paralelas), Ohashi volvió a ser feliz.
“No he sido capaz de sentir esta felicidad en mucho tiempo. Ahora puedo competir con una sonrisa en la cara y no se trata ya de conseguir un resultado ni un podio”, confesó la campeona nacional de suelo 2018, que en este increíble regreso consiguió seis veces una puntuación perfecta. La última fue en el Collegiate Challenge cuando impresionó al mundo con su rutina al ritmo de Michael Jackson.
Atrás quedaron también los años de abuso, tanto psicológico como físico, como así también los sexuales que perpetró el médico del equipo estadounidense Larry Nassar, por los que fue juzgado el año pasado. Justamente, tras esa sentencia, Ohashi escribió: “La gimnasia universitaria es la recompensa que recibimos tras años de abuso. Es el momento de descubrir, sanar, aprender, crecer y disfrutar del mejor momento de nuestras vidas”.